Cultura y economía
La cultura desempeña un papel cada vez más decisivo en el desarrollo económico de los países industrializados, jugando un papel destacado en los estudios sobre el crecimiento económico, al considerarse como una relevante fuente generadora de riqueza y empleo. Es una actividad que propicia importantes economías externas, pudiendo actuar de catalizador de otros sectores, como el turismo. Economía y cultura son, por tanto, dos campos estrechamente vinculados, relación que se ha hecho más evidente en la medida en que las denominadas industrias culturales han irrumpido en el panorama empresarial. Nadie puede negar hoy el valor económico de ciertos bienes culturales ni tampoco su importancia en la riqueza de un país.
La atención de la ciencia económica a la cultura es reciente. De hecho, el considerado como “padre” de la Economía, Adam Smith, opinaba que las profesiones dedicadas al arte, la cultura y el esparcimiento no contribuían a la riqueza, sino que, por el contrario, constituían el ámbito por excelencia del trabajo no productivo, es decir, que no generaban valor añadido. Progresivamente se han ido asentando las bases de una “Economía de la cultura”, gracias a los trabajos de diversos autores, como Baumol, Bowen, Gary Becker, Stigler o la Escuela de la Elección Pública. A este reconocimiento de la “Economía de la cultura” han contribuido dos factores: primero, que la cultura y las actividades relacionadas con ésta son una importante fuente de generación de rentas y empleo y, en segundo lugar, que la cultura constituye un ámbito por excelencia para la intervención pública, no sólo por la condición de bienes públicos de muchos de sus productos, sino también porque cada vez más el factor cultural se utiliza como un instrumento de identificación o transformación de los lugares, formando parte de las estrategias de desarrollo local y regional.
Al abordar la dimensión económica de la cultura encontramos dos enfoques enfrentados: uno, el que concibe que las industrias culturales deben ser consideradas, en sí mismas, un sector de actividad económica; otro, que estima que a pesar de su importancia económica no pueden ser tratadas como los demás sectores, ya que tienen unas repercusiones de índole social y humano, de carácter intangible, que deben primar sobre los aspectos meramente monetarios. En suma, la pugna entre los defensores del libre mercado y los partidarios de la gestión pública de la cultura. Un estudio encargado por la Comisión Europea (UE): “La economía de la cultura en Europa”, propone distinguir entre sector cultural, constituido por las industrias tradicionales del arte y la cultura, cuyos outputs son exclusivamente culturales; y sector creativo, que reúne a las restantes actividades e industrias que utilizan la cultura como un valor añadido para la producción de bienes y servicios no culturales. En la actualidad hay dos grandes enfoques: las industrias creativas (de tradición angloamericana) y las industrias culturales (de tradición europeista y continental). La diferencia radica en que el primer enfoque va más allá de lo cultural, basándose en la potencialidad de la creatividad para generar crecimiento y riqueza, al tiempo que hace referencia a la formulación de nuevas ideas y a la implementación de las mismas en la producción de obras de arte y productos culturales originales, invenciones científicas e innovación tecnológica.
En el ámbito local, las actividades culturales constituyen uno de los motores fundamentales para el desarrollo económico. El ejemplo más expresivo de la cultura como fuente de riqueza y generación de empleo es el turismo cultural, puesto que en este caso la cultura, como manifestación de la identidad y de la historia de los pueblos, se convierte en un bien que puede ser demandado y consumido. La cultura, en fin, se está convirtiendo cada vez más en un factor de regeneración urbana y de competencia entre las ciudades, de forma que la recuperación del patrimonio histórico y la dotación de nuevas infraestructuras culturales pueden ser una forma de atraer a nuevos visitantes y, quizás, a nuevos residentes.