Cuestión de confianza

27 jun 2025 / 09:01 H.
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Lo mires por donde lo mires, asomar el hocico a la actualidad informativa puede acabar electrocutando la conciencia. Hace unos días, un compañero de trabajo que revisaba la portada del New York Times en la sala de profesorado me decía con cierta desolación en el gesto: “Solo nos queda la poesía”.

Asistimos a días vertiginosos en los que la información es el estupefaciente más idóneo para el delirio. De pronto, la charlatanería oficial de nuestro país se presta al torniquete para la inmensa herida que han causado en la opinión pública las revelaciones sobre la presunta trama de corrupción que ha operado en los círculos de confianza más estrechos del presidente Sánchez durante los últimos años. Ha llegado la hora de salvar lo que era insalvable para Mariano Rajoy y legitimar para la derecha por parte de sus altavoces mediáticos lo que es inadmisible para el gobierno constituido tras las elecciones de julio de 2023. Pero más allá del rédito que pueda conseguir el más hábil de los polos comunicativos, lo cierto es que resulta profundamente decepcionante el contenido de las grabaciones que se van conociendo de quienes encendieron la preocupación del electorado en aquellas fechas convulsas, mientras, según parece, en la trastienda del club se desprendían de todos los argumentarios progresistas para darle fuste al narciso a través de las mordidas que iban trincando de la cosa pública. El asunto se ha capoteado más o menos como el desnortado M. Rajoy capoteó lo suyo con los papeles de Bárcenas, pero pasado de carnaval doliente, en un nuevo ejercicio de supervivencia que no contribuye a la estabilidad social esgrimida como espantajo de un posible adelanto electoral.

No: Son ellos, los corruptos y quienes los situaron al frente del partido en el gobierno quienes con sus acciones y omisiones están dando mecha al artificio retórico de la ultraderecha que se nos cierne en forma de misiles y F-16. La ciudadanía fue a votar en aquellas desafortunadas fechas, a pesar del desgaste de la anterior legislatura, depositando su confianza en unas simetrías parlamentarias que exigían el máximo respeto por la ética en la acción política, así como la reconstrucción de un relato empírico que pusiese en valor los grandes pilares del Estado de Bienestar ante la desestabilización del equilibrio internacional desde la vuelta de Donald Trump a la Casablanca.

Consciente del agotamiento social de Europa, el presidente americano ha conseguido birlar de todos los países de la OTAN, excepto de España, el 5 % de su PIB para armamento. Eso en un país como el nuestro es inasumible. Pero inasumible desde el punto de vista económico y desde el punto de vista moral. Con el dinero de nuestra envidiable Sanidad Pública, la Educación y las Pensiones no podemos financiar la tiranía de un mandatario que se ha saltado todos los resortes tanto de la coalición como de la ONU para bombardear Irán y legitimar la barbarie que el Estado de Israel está perpetrando en Gaza, donde su ejército está disparando contra los seres humanos que van a las colas del hambre a por la comida que se abastece bajo el control del propio Netanyahu. No sabemos aún las consecuencias de esta escalada, pero sí conocimos las que tuvieron aquellas ínfulas de guerra del trío de las Azores y, como siempre, el precio fue demasiado alto para la sociedad civil.

Igual que el Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, del que Trump ha ventilado su pestilente adulación al propio magnate, sabemos que nuestra derecha patria se ha pirrado siempre por un estrechón de manos de los diferentes mandatarios republicanos. Abrazar a este último, aunque consciente de su impopularidad, supondrá un nuevo y jugoso endeudamiento con la banca americana al más puro estilo trilero y que, llegada la hora, veremos en qué lugar deja a tanta lealtad a la bandera, el himno y los preceptos constitucionales que rigen nuestra magna autonomía política y financiera. O eso o la guerra comercial. La oferta que ni Feijoó ni Abascal podrán rechazar, pero como siempre en el trasero de las y los españoles. Ay Sánchez, qué mal ojo tuviste para el baile. Qué mal pálpito. Mejóramelo, esperanza (que no está Sevilla pa guasa).

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