Cuentos, trolas, fábulas

15 oct 2016 / 11:42 H.

Al principio pareció una temeridad, una salida de tono, una cosa fuera de lugar. Además, en plena feria, que quieras que no la lengua se suelta un poco. Solo lo creemos porque está publicado en titulares grandes, a cuerpo de rey. De otra forma ningún jiennense capitalino en su sano juicio y con sus facultades en orden creería que es verdad. Sostienen sin inmutarse, como verdaderas estrellas de póker, que el Museo Ibero tiene fecha para su apertura. ¡Quia! Y en un exceso para corazones delicados le pusieron fecha, a lo loco, en torno a primavera de 2017, junio, probablemente. Subidón. No, si ahora les va a entrar la bulla. Las prisas son malas consejeras, “piano, piano si va lontano”.

Tampoco es que el secretario de Cultura de la Junta, Eduardo Tamarit, haya hecho magia; que veinte años después de su planificación iba siendo hora de descorrer las cortinas. Tachán, tachán. No hay truco por bueno que sea que mantenga la tensión del respetable tanto tiempo. El hombre reconoció cierta demora (cierta) e incluso se aventuró a decir que en “muy poco tiempo” sería una realidad. ¿Ha dicho en muy poco tiempo? Aquí, ciertamente, alguno de los presentes, bien el presidente de la Diputación Provincial, Francisco Reyes, o quizá por tema jerárquico, la delegada del Gobierno, Ana Cobo, debería haberle hecho una señal, un mohín, un codazo. Y en un aparte, aclararle que en Jaén del “concepto tiempo” no habla ni el mismísimo Eduardo Punset. Estimado secretario de Cultura, aquí somos los canarios de Andalucía, y no por nuestro gorjeo característico, sino por las horas de menos dedicadas a nuestra causa. La obra pública se dilata en esta dimensión hasta extremos impensables, casi de ficción. El dinero solo se mantiene en los presupuestos clonados de un año para otro. Y leyendas, como las del AVE, tienen menos base que la del lagarto autóctono. Ni vemos cerdos volar ni tranvías circular. Así está la cosa. Si Andrés de Vandelvira fuera coetáneo nuestro, llevaría años produciendo catedrales en Alemania, en este espacio/tiempo no habría ni cogido el lápiz de la oreja. Mejor no hablar del tiempo, que veinte años son muchos para el tango, para Jaén y para dos personas, por ejemplo, que tanto y bien han hecho por difundir el mundo ibero, como Arturo Ruiz y Manuel Molinos. Sin fábulas, trabajando a pie de obra, al pie de la letra.

Otro cuento que engancha, y mucho, es el de Correa y los cuarenta ladrones. A Francisco se le aflojó el apellido y es una voz autorizada, un barítono de la corrupción que canta por su boquita todas las letras de iniciales que conforman esta trama. En los próximos años vamos a disfrutar de grandes novelas y películas sobre una época dorada para los corruptos en España. Una burbuja que no acaba de pinchar. “El hombre de las mil caras”, de Alberto Rodríguez, con la historia del listo lelo de Luis Roldán es el camino. El guion, curiosamente, lo están escribiendo ahora periodistas (necesario corporativismo), como en su día hicieron con las andanzas del que fuera director de la Guardia Civil y el fontanero del Estado a tiempo parcial, difunto a ratos, y muy vivo siempre, Francisco Paessa. Aunque hay quien prefiere un relato con menos adrenalina, más simple, dulzón. Con esa figura, en apariencia glacial, nuestra dama de hierro de La Mancha, María Dolores de Cospedal, nos recuerda que eso fue hace mucho, mucho tiempo y en un lejano país. No en la calle Génova, donde el personaje que regalaba a políticos como si no hubiera un mañana —una especie de Santa Claus hiperactivo— despachaba como si fuera su casa. Con Luis Bárcenas poniéndose fuerte, fuerte y añadiendo ceros en su cuenta corriente. Y, salvo otros personajes secundarios, hasta aquí, de momento, se puede leer. Porque en el país de “no me consta” los grandes actores se pierden por el bosque... Anda, tata Cospe, cuéntanos, otra vez, ese cuento tan bonito. “Érase una vez, hace mucho, mucho tiempo...”.