Cuentos chinos alcalaínos (XVIII)

    25 jun 2025 / 08:54 H.
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    La Blanca Paloma sobrevolaba el cielo de Alcalá la Real viendo cómo sus peregrinos volvían de hacer ese camino tan especial. Muchos venían renovados, otros no tanto porque pasado un tiempo volvieron a cometer las mismas faltas, por las que habían pedido que fueran perdonados. La Blanca Paloma cansada de este ir y venir, buscando más la fiesta que el fin sencillo de la misma, al siguiente año, decidió retarles a ir, vacíos de todo, sólo llevarían su cuerpo que al par de sus pasos marcarían el camino, y alejados de carretas, comidas copiosas y jolgorio ensordecedor, el soniquete del alma tocando al son de las palmas la copla, razón de ser del Rocío. Algunos lo encontraron aburrido, otros diferentes y otros, realmente, auténtico. Los caminos no iban abarrotados, invisibilizando el polvo a la masa, los sinsentidos se fueron a divertirse a otras fiestas, realmente aquel año, el polvo de cada caminante, purificaba desde los pies hasta la cabeza, y los que buscaban consuelo, sintieron la lengua de fuego sobre su ser, rociados de ese bendito espíritu de la Blanca Paloma, ahora sí, tendrían su protección, siempre sin perder la esencia, hasta el próximo camino.

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