Cuentos Chinos Alcalaínos (XII)

    19 mar 2025 / 09:02 H.
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    Andaba su doceava etapa, aquel peregrino, camino a Santiago, vía la Plata, cuando pisaba tierras alcalaínas, en pleno mes de agosto, donde encontró un bracero que ablentaba trigo en la era. Aquel día de poco viento, el campesino miraba al cielo buscando un resquicio de brisa, a 40 grados a la sombra. El peregrino le pide agua, la calabaza que llevaba, a modo de cantimplora, estaba tan seca y caliente que casi quería quemar. El campesino sacó el botijo, que guarecía debajo de la parva y pregunta que le lleva por aquellos lares. El peregrino contesta que va a Santiago a expiar todas sus culpas. El lugareño, que nunca había salido de estos contornos, no entiende porque ir tan lejos. El sabio alcalaíno analfabeto sin juzgar a nadie, sentencia: Igual que necesitamos al viento para que se lleve la paja y limpie el trigo, dejando el grano puro, necesitamos de los demás para limpiar el alma, llevándose el pecado y dejando el subconsciente mudo. Vuelve tras tus pasos, discúlpate ante aquel que ha hecho que lleves la carga y emprende el camino. Miramos hacia horizontes muy lejanos, sin darnos cuenta de que las respuestas que anhelamos pueden estar a nuestro lado, esperando a ser descubiertas.



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