Cuando se derrumban los ídolos de barro

06 jun 2016 / 17:00 H.

Una sociedad que se ha ido cuajando en base a modelos ficticios, ídolos de barro, no puede durar mucho. Cuando arrecia el vendaval y se desata el fuego, las llamas devoran el “ninot” y el viento hace correr las llamas que devoran el plumaje dorado, dejando una tierra quemada y esquilmada sobre la que se esparcen trozos de barro, lodo en definitiva. La sociedad se queda sin ídolos y con las arcas vacías. Algo de eso parece que sucede en España, sobre la que en los últimos tiempos se ha desatado un vendaval de lluvia y fuego que hace desplomarse ídolos dorados en peanas de barro. El ciudadano se queda huérfano de referentes, pues olvidaron el material del que estaban hechos esos ídolos. Los años que vivimos en este inicio de siglo pasarán a la historia como los años en los que se puso en marcha el ventilador. Ya se sabrá qué dedo pulsó el interruptor, con aviesas intenciones en algunos casos y con más nobles, en otros. Lo cierto y verdad es que cada sociedad guarda en sus entrañas el instinto de supervivencia y buenas dosis de antídoto, capaz de acudir a la herida y taponar la sangría que la destruye y que la conduce al caos. Las sociedades tienen un ritmo que no escapa a las reglas de la fisiología y de la naturaleza. Es el instinto de supervivencia que ha marcado los ritmos de la Historia.

Solo algunos ejemplos como botón de muestra. Nos van llegando cada día, aunque sean fruto de venganzas en el seno de los propios partidos, de venganzas por favores financieros negados en su momento a la clase empresarial; venganzas por no haber acudido en ayuda de sus lamentos en otros momentos. Hoy quienes están en la cárcel se han vuelto más peligrosos dentro que fuera. Cada vez que un personaje público es pillado con las manos en la masa, se desata un terremoto que siembra el miedo a su alrededor, como una onda expansiva, entre quienes antes le limpiaban hasta el polvo de los zapatos y se inclinaban a su paso por las alfombras del poder.

Estas semana sabíamos del lamento que Jesús Quintero hacía a directivas de Ausbanc pidiendo ayuda en su bancarrota y suplicando que no embargaran varios de sus inmuebles (¡no uno, varios!). Los papeles de Panamá escupen listas de nombres, muchos referentes sociales, políticos, culturales y lo que “te rondaré morena”. Es el caso de “Los Alcántara”, esa pareja, emblema de un país decente, trabajador y honrado, bien pagada por los españoles con sus impuestos. Leo Messi no sabía lo que sus asesores hacían con su dinero. Lo suyo era meter goles y elevar sus cuentas bancarias. Eran tiempos en los que unos a otros se pasaban los contactos de asesores en fiestas por todo lo alto en las que nadie pagaba nada y pocos sabían quien firmaba los ches en blanco. Víctimas de asesores que nunca serán pillados “in fraganti”. El criterio no era otro que encontrar quiénes era los más hábiles en engañar al fisco. Y era ése dolo o engaño, esa picardía propia de “lazarillos” la que se pagaba bien. Y ellos seguían en la política, en la banca, en el espectáculo, en el deporte...hinchando las arcas y tirando de preferentes, de tarjetas visa oro e ignorantes de dónde estaba su dinero.

Montoro avanza y ni Aznar parece se va a salvar del pelotazo de sus cursos y conferencias. Parece un desfile de personajes en busca de autor, un desfile de personajes que buscan plumas que les redacten sus memorias que les sirvan para ingresar dinero con qué pagar la fianza y que le servirán para limpiar su imagen o ensuciar la de otros. Vidas imaginarias muchas veces las que cuentan en grabadoras desde las salas de visitas de la prisión. Hoy, cada día son más los que guardan informaciones como dinamita letal. “¡Merde, merde...! “ gritaba los franceses durante la labor profiláctica iniciada con la memoria de Mitterrand. Y el ventilador no para; sigue como el juego de la Oca...tirando cada uno cuando le toca...