Cosas de mayores

    13 feb 2017 / 11:28 H.

    Durante mi adolescencia, recuerdo que gustaba de ir a la hora de la sobremesa a escuchar las tertulias que los “mayores” tenían en el Club 63, aquella asociación cultural recreativa sin ánimo de lucro que durante décadas dedicó todos sus esfuerzos a impulsar la vida cultural de Jaén. En ellas, señores y menos señores de nuestra sociedad, hablaban y debatían sobre todo tipo de temas, en un ejercicio de comunicación que era una mixtura de experiencia, testimonios y acidez, todo ello aderezado con un cierto matiz docente, sin duda motivado por la presencia y escucha activa de un por aquel entonces, joven inquieto. Escuchar era el objetivo. La estrategia, sin duda, la de encubrir con formación acerca de la vida y en tiempo real, mi falta de afecto por la lectura. El plan de acción consistía en no fallar ninguna de las tardes en las que sabía que acudirían los “primeros espadas” esos gurús de la universidad de la vida, que además invitaban a café. Hoy, unos cuantos años después, reflexiono sobre lo relevante que para el desarrollo exitoso de la empresa en la que estaba invirtiendo y que no era otra que yo mismo, tuvieron esas reuniones. Hoy, aún inquiero aunque menos joven, recapacito sobre la importancia que supone volver a los aspectos básicos que cimentan cualquier estrategia que uno se proponga en la vida. En empresa, no son otros que el análisis pormenorizado de lo que pasa fuera, de cuan de fuertes o débiles seamos en relación al resto y de cuáles son las opciones que el mercado nos presenta. En lo social, esos aspectos básicos no son sino el conocimiento que dan los años, el saber hasta donde puedes llegar, la certeza de lo que sabes, tienes y en lo que eres mejor que el vecino, la intuición que te insinúa aquello de lo que nunca debieras alardear y también ese aplomo que minimiza las amenazas y aprovecha las oportunidades que la vida e va presentando. En resumen y por decirlo de otro modo, todo lo que una persona mayor, madura, sensata y justa te aporta cuando la escuchas. Y es aquí donde radica uno de los graves problemas que acucian a esta nueva sociedad, que entre todos y bajo el dictamen de Google, estamos construyendo. Una sociedad que está dejando de escuchar a los mayores y que los ningunea al amparo de leyes y tendencias difíciles de reconocer. Un auténtico tsunami con su epicentro en la revolución tecnológica, pensado para los jóvenes y focalizado en estos nuevos consumidores. Y está sucediendo porque este nuevo escenario está siendo diseñado por jóvenes y modelado para jóvenes. Jóvenes preparados, que usan la tecnología creando productos que revolucionan un mercado que ni siquiera existe y que es difícil de entender por las personas mayores, precisamente porque los jóvenes que dibujan este nuevo escenario, están ejecutando el cambio tecnológico y socias más grande que ha ocurrido en la historia de la humanidad. Y el desprecio de no contar con ellos, no se percibe solamente en que hemos tenido que incorporar a nuestras vidas, y hacerlo un ritmo vertiginoso, conceptos como Facebook, Twitter o Amazon, sino que se manifiesta en cuestiones tan básicas como las malditas instrucciones del nuevo microondas, o el extravagante mando a distancia de la nueva tele plasma, o en la cultura de anglicismo con la que permanentemente abrochamos, nuestro cada día mas maltrecho idioma castellano. Desprecio manifiesto, en tantas y tantas cosas que estamos imponiendo para los jóvenes pensando que los mayores ya no cuentan, que me entristece y me preocupa que crezcamos sin contar con ellos, sin aprender de ellos, aunque tan solo sea por el objetivo de no olvidar las cosas que, si se hacen bien, son los cimientos de buena parte del éxito del crecimiento. Lo llamativo de todo esto, es que esas personas que están llevando a cabo una revolución al margen de sus mayores, serán testigos de la misma historia vivida, pero desde otro ángulo. Curiosamente, desde la perspectiva que ofrece la experiencia y la sabiduría que se adquiere con el paso de los años.