Coreutas y corifeos

    25 dic 2025 / 10:09 H.
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    Entre los géneros literarios, el teatro tiene un gancho especial para la mayoría de la gente. Sabemos que la poesía es, en general, para una minoría más selecta; y que la narrativa en sus formas de novela, ensayo, historia... es la más potente y demandada. El teatro es, no obstante, más cómodo para entrar en su trama y mensaje, ya que se consume sentado en sillas o butacas, más o menos idóneas para la ocasión, escuchando, viendo y participando de lo que actrices y actores nos muestran y proponen en el escenario.

    Para acercarnos y entender mejor las representaciones teatrales y las estructuras actuales, hay que partir de la Antigüedad. El teatro, en Occidente, tiene más de dos mil años. De los balbuceos originales nacieron la tragedia, la comedia, el drama satírico y el mimo. En la primera se jugaba con las leyendas y los desenlaces fatales; se trataba de conmover y purificar emociones. En la segunda el protagonismo se lo llevaban las personalidades públicas, los políticos, con debates entre actores, coro y público. El tercero lo protagonizaban los sátiros y la jocosidad, a manera de entremés. Y el cuarto se abría a la vida diaria, al sarcasmo, a la obscenidad, a lo popular; no se necesitaba hablar ante lo evidente. Detrás de estos andamiajes estructurales se movían los autores de los libretos —intelectuales de la época—; los actores —al principio eran sólo hombres, que disimulaban su papel femenino deformando la voz—; y los coros —representación del pueblo, que sonaban a una, con distintas expresiones, según convenía al argumento—. Estos últimos —llamados coreutas—estaban dirigidos por los corifeos, personajes principales que hacían de líderes del coro, con la misión de acercarse a los actores, recoger sus decisiones y transmitirlas al resto del grupo. No importaban demasiado las expresiones faciales, que para eso contaban con la voz y las caretas adecuadas a cada caso. Así, de una forma sencilla y orquestada, se transmitían a los asistentes los mensajes que convenían en cada momento, nacidos en la mente de los intelectuales y dirigentes sociales y políticos de las colectividades. Releyendo, habría que añadir que cualquier parecido con la actualidad es pura coincidencia. Y es que no hay quien me quite de la cabeza aquella canción de
    “La Lupe”, que decía que la vida es teatro, que “lo tuyo es puro teatro”.

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