Contra lo inevitable

    28 sep 2025 / 09:25 H.
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    Lo voy a ser tan vulgar como para decir que soy feliz. Pero hay momentos en los que soy capaz de apreciar esas pequeñas cosas que me permiten ocupar un rincón en el mundo. A título de ejemplo: existen personas que me quieren, libros que me susurran, películas que me atrapan cuantas veces me topo con ellas, una marca de whisky y la esquina de una barra donde tomármelo, una onza de chocolate negro después de comer, la modorra de la breve siesta en la que desaparezco. Tengo una bandera pirata ondeando en el mástil de mi galeón, varado junto a un acantilado, una canción, un cine de verano, el murmullo del río rondando mi pensamiento, el andén de la estación por la que solo pasan los trenes que pierdo. Tengo ruido, silencio, caricias, miradas, bostezos, atardeceres frente al mar, mis pies pisando la arena, los tuyos salpicándome; el olor a tierra mojada, la espalda apoyada a un árbol, un poeta en mi corazón, el eco de besos y abrazos, la luz de la luna combatiendo la oscuridad del alma, mil revoluciones por soñar, mil y un cuentos para una noche. Cicatrices. Recuerdos. Perdones. Y Bach, Springsteen, Camarón, cruzar Despeñaperros de regreso, el sol, la bondad de mi perro. Todo lo que necesito para resistir.

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