Cinco años después
Cinco años después, mirando desde esta inicial primavera de 2025, que parecen muchas más desde aquel 14 de marzo de 2020, pues para mí la covid-19 me ha dejado de poso un afán por sacar el mejor partido de una situación surgida y tajante, en la que tenía dos opciones, si me dejaba llevar por la impotencia, el miedo ganaba. La elección de fluir me llevó a aferrarme a un símbolo y a una tradición, Pintahuevos. En cada uno de esos días del confinamiento me propuse pintar un huevo en honor a mis antepasados colonos centroeuropeos, que dieron vida a las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena durante la Colonización del siglo XVIII. Porque, además, soy Comendadora de la Orden de la Cuchara de Palo, cuya tradición llevo por bandera. Tarea que me impuse en la relación cotidiana de aquellos días con las incesantes noticias del transcurrir de la pandemia, la consumición de series y películas en plataformas, la ausencia de maquillaje y postureo, conversaciones por mensajes y llamadas telefónicas, muchas investigaciones online, además de la escritura de mi primer libro. Aquellos días ratificaron mi eterno pensar. Vivir el presente, era y es mi máxima. No sabemos si habrá un mañana. Sigo aprendiendo.