Centenario celiano

    22 abr 2016 / 17:00 H.

    Qué nos quedará aún por saber sobre un hombre poliédrico —que lo fue— como Cela, que intentó ser torero, ejerció de periodista, actor y hacedor de “lides” nada contenciosas, si bien siempre gustara pronunciarse en contra del convencionalismo y jactarse de hacerlo públicamente como ese opositor mediático de lo socialmente establecido. Pero sí, mucho nos aguarda para seguir descubriendo, sobre todo, del hombre más que del personaje, de un gallego universal que jugó a ser escritor y se hizo con el Nobel de Literatura para gusto y goce no sólo personal. Se puso el mundo por montera, se convirtió, “oficialmente”, en el peor hablado del reino y publicó libros como Izas, rabizas y colipoterras, en intento surrealista por mostrar como naturales personajes de los bajos fondos sociales. Escribió también sobre nuestra tierra. Jaén aparece, ¡y de qué manera!, en su Primer viaje andaluz, retratada en lo folclórico y dictadológico (palabra ésta aún no recogida oficialmente por nuestra RAE que opta por introducir términos como “almóndiga o toballa”), y mecida la provincia por su prosa sublime, de exquisitez máxima. Cela fue mi maestro y mi mentor. Ahora, el 11 de mayo, cumpliría cien años y agradezco a instituciones y organismos que apoyen oficialmente unos actos ejemplarmente coordinados por su propio hijo, el catedrático Cela Conde. En mi pueblo, Campillo del Río, recién llegado de Madrid, tengo el honor hoy mismo de que la señora delegada de Educación, Cultura y Deporte, Yolanda Caballero, presida un acto académico promovido amablemente por un vecino de esta localidad, Ángel Blanco quien aboga por la cultura de su pueblo y le honra, al tiempo que mi gratitud le vaya siempre por delante. Cela estará —hoy también— en las aulas, ¿dónde si no?, lugar en el que nunca debió dejar de estar. Me gusta —y así lo pretendo dejar constatado desde esta tribuna que me brinda Diario JAÉN— que los y las representantes oficiales de la Cultura se impliquen en actos como éste con sello académico. Es la única fórmula para engrandecer a un país, una autonomía o la memoria de un premiado con el Nobel de Literatura que es ya patrimonio no sólo de España, sino de la humanidad.