Campos de Jaén
Despunta el día y se barrunta la recogida. Huele a lumbre, a leño mojado o quizás verde para ser quemado. Pero cuando el frío aprieta... Me gusta revivir estas mañanas heladas en la casa de campo. Cuando hombres y mujeres se mueven presurosos entre sus quehaceres, pendientes de sus obligaciones. ¡Los santos campos de Jaén...! Las mañanas son grises, siempre barruntando lluvia o ateridas de frío. Donde crujen la escarcha ante las pisadas broncas de las botas de los hombres. La lucha del olivar se impone. No hay otro calor ante la realidad palpable. Gentes duras estos hombres de Jaén, se echan al tajo cuando la luna todavía está despierta, porque es pesaroso sacarle el jugo a la santa tierra, y se presenta al tajo antes de que aparezca el sol. El olivar en Jaén es sagrado. Sus muchos quehaceres estos hombres se lo conocen al dedillo, respetuosos siempre por su hogar, su deber a la familia y sus campos. Es respetuoso en extremo por sus ocupaciones por trabajosas que parezcan. Su provincia entera rinde pleitesía al olivar, en estos son maestros. Las amanecidas gélidas se repiten año tras año, pero hay que estar ahí, porque al día hay que forzarlo a crecer. Sabias palabras de hombres curtidos hechos a sí mismos entre el silencio y la paz de la naturaleza.