El último homenaje de Rocío Beltrán

14 oct 2017 / 10:57 H.

De haber estudiado Medicina habría sido forense. Desde muy pequeña se sentía atraída por la Anatomía, por el cuerpo humano como objeto de estudio sobre el que volcar sus esfuerzos. Mujer sensible, Rocío Beltrán Ortiz valora tanto la vida que considera una muestra de respeto imprescindible rendir un último homenaje a la persona que abandona este mundo. Segunda de tres hermanas, nació y creció en Linares y, después de sus estudios en el Instituto Reyes de España de su ciudad, decidió hacer el curso de Técnico en Tanatopraxia y Tanatoestética.

—¿Por qué decidió inclinarse por esta profesión?

—Me parecía algo peculiar, me interesaba... Coincidió que un amigo me habló de un curso que empezaba en Montilla (Córdoba).

—¿Nunca ha sentido miedo de la muerte?

—Realmente no, nunca —contesta con rotundidad—. Curiosidad por el estado en que queda el cuerpo tras la muerte, sí, pero miedo no. Sé que quizás es difícil de entender, pero creo que puedo consolar a esas personas que llegan desgarradas cuando pierden a un ser querido. Me acerco, hablo con ellas y arreglo el cuerpo para que lo vean lo más natural posible, que les impacte lo mínimo.

Ni siquiera de pequeña se amedrentaba ante la visión de un fallecido. En su primer día de trabajo otros compañeros lo pasaron mal, pero ella dio un paso al frente e hizo lo que tenía que hacer. “De niña me daba miedo quedarme sola en casa y, sin embargo, estar al lado de un difunto me transmitía paz. El peligro está en los vivos...”, afirma.

—¿Qué es la tanatopraxia?

—Es una técnica de conservación de los cadáveres: higienización, taponamiento interno, embalsamamiento y cuidado estético. A veces se necesitan dos personas, por el peso, pero no me importa hacerlo sola. Una vez arreglado el cuerpo, se viste y seguidamente, con un maquillaje especial, se mejora su aspecto físico. De esta manera la familia no contempla la agonía, sino un cuerpo dormido. Comprobar que se ha ido en paz les ayuda a superar el duelo. A sus veintisiete años, su rostro es aún el de una niña, sin embargo, la mirada serena de sus profundos ojos oscuros refleja la madurez de quien ha visto la vida tal cual es.

—¿Ha tenido alguna experiencia traumática en su trabajo?

—Hasta que el cuerpo cesa puede haber ruidos y espasmos; mucha gente se asusta. A veces le cierras los ojos, sales y, al volver, los encuentras abiertos. Y aunque sabes que puede suceder, lo cierto es que impresiona. La muerte es algo natural, no me intimida mirarla a los ojos, pero lo que no logro superar es cuando alcanza a un niño. El dolor de los padres es indescriptible; lo que intento, con todo mi cariño, es que cuando vean a su hijo, sea su hijo, no sé si me explico...

—¿Sigue algún ritual en concreto en su trabajo?

—Soy una mujer creyente; antes de empezar toco el pecho del difunto y rezo una oración pidiéndole a Dios permiso para penetrar en ese santuario físico que es el cuerpo humano. Asimismo, le pido que guíe mis manos y proteja mi salud. Después me santiguo y comienzo....

Sueña con ser forense algún día. Le interesa tanto que, en muchas ocasiones, ha entrado en internet para ver cómo se hace una autopsia. Reconoce que, en su trabajo, muchos casos la han conmovido, pero solo lloró una vez, cuando murió su abuela, y a pesar de todo, quiso ser ella quien la arreglara.

—¿Nuevos proyectos?

—No quiero cambiar de trabajo, tal vez mejorarlo estudiando ciencia forense... Ahora mismo estoy en prácticas; después he de procurar que alguna funeraria contrate mis servicios.

Rocío es una mujer tímida, amable y sensible. Le gusta leer y adora la música; canta y toca la trompa. Es miembro de la Agrupación musical “La Pasión de Linares” que, actualmente, sobrepasa el número de cien componentes y cuenta con una legión de admiradores allá donde va. Aprende música y disfruta con cada nota que interpreta. Cree firmemente que la vida es un regalo que hay que disfrutar. Sueña con crear una familia. Su mayor ilusión es ser madre, sentir crecer la vida en su interior y amar, amar con todas sus fuerzas. Sabe que la vida y la muerte son dos caras de una misma moneda, lo único real y cierto que tenemos. No siente miedo, solo amor, respeto y paz. Con su trabajo brinda el último y más sincero homenaje a la vida humana, que es, sin ninguna duda, su auténtica pasión.