Con Noelia, nunca nada por sentado

Algunas mañanas sale de casa temprano, con su mochila colgada a la espalda y corre más de veintiséis kilómetros, de Jaén a Martos, para desayunar con su padre. Y vuelta... Noelia Camacho Ortega desde pequeña adoraba el teatro de Shakespeare, comedias y tragedias y, con su espíritu libre y su mente abierta y creativa, soñaba en silencio con ser actriz. Pero, después de sus años de colegio en Martos, decidió estudiar Ciencias Empresariales en la Universidad de Jaén.
—¿Por qué Empresariales?
—Porque me gustaba estudiar, sentía curiosidad por distintas materias y —sonríe con pudor— no era fácil plantear en casa que quería ser actriz de teatro.
Durante sus años en Empresariales, dedicó su tiempo libre a hacer un curso de teatro en la Universidad Popular, lo que la llevó a conocer y rodearse de “gente del teatro”, con los que formó una asociación teatral, “Lata de conservas”, donde dieron rienda suelta a su creatividad. Sin embargo, su actividad laboral nada tuvo que ver con sus estudios...
—Es cierto, nada que ver... Y es que, lo bueno de la vida es que, cuando tienes una vocación clara y sincera, por mucho que te equivoques en el camino, acabas acertando... Erré tanto que di en el clavo. En el año 2000, ya finalizados mis estudios, la Junta de Andalucía puso en marcha un proyecto de fomento de la lectura y empecé a trabajar como narradora oral. De ahí surgió la idea de montar talleres para enseñar a contar cuentos... Unos proyectos llevaron a otros y me condujeron a lo que verdaderamente me apasionaba.
En 2002 comienza a impartir cursos de teatro en la Universidad Popular, actualmente dirige tres grupos de adultos y uno infantil. Fue también por esta época cuando empezó a trabajar con los niños de la Usmij, Unidad de Salud Mental Infantil y Juvenil.
—¿Hay afición por el teatro en Jaén?
—Sí, mucha. Es algo maravilloso; me siento muy recompensada en mi vida y, realmente, no necesito desconectar de mi trabajo; es una suerte trabajar en lo que amas. Cada año, en junio, cerramos el curso con la puesta en escena de una obra, mis alumnos actúan y yo los dirijo. En concreto, hace un par de años, representamos una obra del dramaturgo libanés Wajdi Mouawad, “Incendios”. La experiencia fue tan positiva que creamos la asociación “Hojas de papel” para seguir representándola en distintos teatros, con enorme éxito de crítica y público.
Además de los proyectos con sus alumnos y sus trabajos como actriz, el espíritu emprendedor la lleva a crear, junto con Blas Rueda, “La Conchinchina”, un espacio para impartir talleres de teatro infantil y otras actividades para adultos como “cuentos y vinos”, una experiencia interesante para el fomento del teatro y desarrollo de la creatividad.
Pero Noelia tiene otra faceta muy distinta y que ocupa la otra mitad de su vida, el “Trail running”. “Correr por la montaña es mi pasión, no me gusta el asfalto...”. Subcampeona de España en la categoría “ultra”, corrió 120 kilómetros por montaña, 14 horas y media, y este verano ha participado en la Ultra Tour del Mont Blanc; 170 km en 36 horas, sin descanso.
—Suena bastante duro...
—Lo es... Puedes tener incluso alucinaciones... Cuando estoy ahí, sufriendo, pienso: “¿Qué hago aquí? ¿Qué necesidad tengo yo de hacer esto? Pero, he conseguido logros a una edad en la que ya no es muy común... El deporte me ha enseñado a no dar nada por sentado, ni por perdido y eso lo aplico al resto de mi vida. Mi entrenador, Francisco Ramírez, me ha enseñado a correr, pero también a no ser impaciente, a no tener miedo y a que sin ilusión no se consigue nada.
Noelia tiene una sonrisa franca y la mirada feliz de las personas que viven en coherencia con lo que sienten. Narradora oral, actriz, directora de teatro y deportista, siempre ha luchado por ser ella misma, una mujer auténtica, sensible y entusiasta, capaz de transmitir y emocionar, de ilusionarse e ilusionar, que afirma que sus éxitos, tanto en el deporte como en el teatro, se deben a que es una excelente sufridora. Y no le importa, porque esa sensibilidad que a veces la desgarra es la misma que, cuando toca, la hace sentirse como la mujer más feliz de la Tierra. Merece la pena.