y tradición

Me saludan con esa timidez que sabes que está a punto de romperse en una hermosa sonrisa. Entre libros y sueños caminan con elegancia, se acercan con grácil soltura y nos sentamos a charlar. Podrían pasar por mellizas, y no solo por la poca diferencia de edad, apenas se llevan un año, sino por lo compenetradas que se muestran. Cuando una de ellas, cuando habla, lo hace usando el plural, de manera que podría decirse que la afirmación no es de una sino de ambas, y cuando la otra interviene, asevera de la misma forma, al tiempo que su hermana asiente con complicidad.
Eladi y Sagrario García Plantón, diecinueve y dieciocho años... Dos estudiantes de primer curso del grado de Maestro en Educación Primaria y, en su familia, la primera generación de niñas gitanas universitarias.
“Nos pasamos la vida demostrando que no vamos a fallar”, afirman casi al unísono.
—¿Siempre tuvieron claro que querían ir a la Universidad?
—Sí —responde Eladi—. Sabemos que estudiar nos procurará un futuro mejor. Siempre nos hemos integrado bien, tanto en el colegio, San Vicente de Paúl, como después, en el Instituto Fuente de la Peña, pero esto es algo nuevo para la familia y mi hermana me esperó un año para que diésemos el paso juntas —contesta Sagrario. Quizás parezcamos raras, “perros verdes”, pero es que el núcleo familiar es muy importante para nosotros. Hemos evolucionado un paso: estudiar, pero en lo demás queremos seguir siendo gitanas —añade Eladi. Sus padres les han inculcado el valor del estudio, pero también la tradición, la confianza y el respeto a los mayores. Raro es el fin de semana que no pasan en Peal de Becerro con los abuelos maternos, con sus primas... Se sienten a gusto con la familia y confiesan que están en una transición en cuanto a las costumbres gitanas: “La modernidad de estar estudiando en la Universidad, pero el orgullo de ser gitanas y conservar sus tradiciones”.
—Pero no es incompatible...
—No, pero es como estar en tierra de nadie... Para los castellanos, somos gitanas, pero, por el mero hecho de estudiar, para muchos gitanos, ya no lo somos...
—¿Hay racismo?
—Sí... Recuerdo un día en el instituto —relata Eladi—. Nadie sabía que éramos gitanas. Nosotras no lo ocultamos, pero tampoco vamos por ahí anunciándolo. Una niña se enteró y me dijo: “Soy racista”, a lo que yo solo le contesté: “Ese es tu problema”. Ya ves... Pero también es cierto que las gitanas que no estudian, que no van al colegio, no se relacionan y son más racistas porque no entienden la forma de vida de los demás. El racismo se da en las dos direcciones. Eliminarlo depende de si somos capaces de respetarnos.
“Uno no es gitano por el color de la piel o de los ojos, sino por la tradición”, aclara Sagrario.
—Ha de ser difícil. ¿Han contado con el apoyo de sus padres?
—Sí, son muy protectores, sobre todo mi padre, pero nos han animado mucho y se alegran... Mi madre, Soledad, no pudo estudiar, pero su hermano sí, y es topógrafo. A nuestro padre, Ramón, le encanta leer... Y Andrés, nuestro hermano pequeño, está en segundo de Bachillerato y el año que viene irá también a la Universidad.
Eladi y Sagrario tienen una difícil tarea: vivir en el siglo XXI sin perder las tradiciones de sus ancestros. “Si volviésemos a nacer, quisiéramos ser de nuevo gitanas”, confiesa Sagrario.
Nacidas y criadas en el barrio de la Magdalena, están absolutamente centradas en sus estudios. Cuando acaben la carrera quieren trabajar como maestras. Les gustan los niños y no descartan dedicarse a educación especial para trabajar con niños autistas, sordos... También están estudiando inglés, aunque confiesan que se les da nada más que regular, que el francés les resulta más fácil. Aparte de estudiar y salir con sus primas, les gusta mucho la música, sobre todo el flamenco. Eladi mira a su hermana y dice sonriendo: “A Sagrario le gusta cantar”, y la aludida, sin poder evitarlo, se sonroja. “Me da muchísima vergüenza y me escondo para que no me lo pidan”, susurra.
Se levantan para despedirse, no quieren llegar tarde a clase. Son dos jóvenes con las ideas muy claras, que sienten el orgullo de ser gitanas, que saborean esa esencia... Dos mujeres pioneras, valientes; una nueva generación imparable que custodia y nutre la tradición, pero que rompe moldes en busca de un futuro mejor.