Aromas del Puente

29 nov 2016 / 12:38 H.

En el Puente Tablas tenemos dos restaurantes-bares emblemáticos. No solo son emblemáticos, sino que son únicos porque, aunque la comunidad de vecinos es bastante numerosa, solo tenemos esos dos establecimientos para tomar unas copas con los amigos e incluso disfrutar de una sabrosa y deliciosa comida. A los dos, el Luque y El Ventorrillo, los he mencionado muchas veces en estas “brisas” porque de vez en cuando disfruto de la compañía de muy buenos amigos tanto en uno como en otro de estos dos establecimientos. Además, en los dos me atienden con agrado y diligencia. Hoy les hablo de El Ventorrillo porque es el que me coge de paso cuando subo a la ciudad o bajo de ella. Y me llama la atención el auge que este bar ha tomado en los años que lo llevan rigiendo Martín y sus padres, Ascensión y Martín. Precisamente, el próximo día 5 se cumplen dos años de su reapertura bajo la dirección de esta familia y hay que decir que el negocio marcha viento en popa. Martín Parras Expósito es un joven jiennense de 29 años al que le gusta el fútbol y el gimnasio y se dedicaba al oficio de la construcción, trabajo que dejó para integrarse en la hostelería y ponerse al frente de El Ventorrillo, bajo la atenta mirada de su madre, que se encarga de la cocina, de donde salen aromas exquisitos a choto, pollo y conejo asados. Martín es soltero y Montse, su novia, también echa una mano en la tarea que, en ocasiones, no es poca. En el Puente Tablas tenemos suerte de disponer de estos dos lugares de alterne y tertulia, donde la amistad y el buen humor son los protagonistas de las reuniones.

Allí coincidimos los vecinos, labriegos, albañiles, doctores, licenciados, cazadores, jardineros y de todas las profesiones sin que se marquen diferencias.

Allí, en El Ventorrillo y en el Luque, tenemos la suerte de poder disfrutar de ese sabor a vecindad que se ha perdido en las ciudades. Por estos pagos no tenemos telefonillos en las casas. Las conversaciones son cara a cara y brindando por la amistad y la vida. Al igual que las recuerdos cuando yo era niño y vecinos y vecinas se sentaban en la puerta de sus casas para hacer sus labores y hablar, aunque solo fuera del tiempo, del hijo que estaba en la “mili” o de las alpargatas que había roto uno de los zagales. Un lugar así es un privilegio y hay que aprovecharlo y agradecerlo.