Antonio, poeta universal

    14 jul 2019 / 11:02 H.

    Deposito unas rosas en la lápida de Antonio Machado. Desde aquí, tan lejos de nuestra querida Andalucía, me aprieta un nudo en el alma. Nada tiene que ver con mi admiración a su poesía, ni tan siquiera con la injusticia de que tuviese que morir tan lejos y reposar para la eternidad fuera de su Al-Andalus. Me oprime el pecho la sensación de observar que poco han cambiado las cosas en su España, cómo sus versos, sus cartas y sus palabras fueron premonitorias. Las dos Españas que se empeñan en no desaparecer, los oprimidos y los opresores de aquellos días, perviven en pleno siglo XXI. Si Machado pudiese sobrevolar los campos que surca serpenteante el río Betis sufriría, y puede que lágrimas cargadas de amarga tristeza corriesen por sus mejillas. Él, que se dejó la piel en ese Instituto de Baeza para dar cultura y educación a los infantes, sentiría desasosiego viendo una formación educativa pública abocada a desaparecer bajo la presión constante de una caída de sus baremos de calidad. Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios; una de las dos Españas ha de helarte el corazón.