Andalucía en terapia

18 feb 2020 / 08:47 H.
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Andalucía viene del médico, la pobre tiene muchos achaques, los milenios no pasan en balde, ya no es la misma por la que pugnaban cartagineses y romanos, castellanos y moros, ahora su extenso relieve está lleno de arrugas y padece un poco de artrosis en las cordilleras, pero sigue atesorando ese intenso magnetismo, acentuado con la sabiduría que confiere la edad. Y aunque algunas de sus hermanas le acusen, a sus espaldas, de vivir del cuento, ella no ha parado de trabajar. Hace años emigró, y con los ahorros montó, a su regreso, una tienda de tópicos (porque con su carrera y sus 5 másteres universitarios no se podía ganar la vida), que tienen mucha demanda y a los turistas les encantan; tópicos de flamenco, de toros, de semana santa, de ferias y de chiringuitos playeros. Pero tiene Andalucía tan repleto el mostrador y las vitrinas de la tienda, que a la mujer no es posible verla, solapada por tantos cachivaches. Aunque si fuésemos capaces de traspasar el muro de trastos y pudiéramos ver el rostro de la tendera, descubriríamos un rictus amargo en su rostro.

Por eso ha ido al médico, Andalucía —después de un montón de tiempo en lista de espera—, y es que la consulta que ha visitado, concretamente, es la de salud mental. Ella no está loca ni mucho menos, hay pocas tan cuerdas y tan sabias, lo que pasa es que padece una
miajilla de los nervios. Y es normal en sus circunstancias.

Hay mucha gente por ahí fuera que se piensa que Andalucía está todo el santo día tocándose el subsidio. Además, cada vez que cruza Despeñaperros, no tarda en reconocerla algún viandante y tras delatar su presencia se arremolinan los curiosos a su vera y le piden que les toque las castañuelas, y ella, especialista en semiótica musical, se ve obligada a tañer unas palmas para no defraudar a la concurrencia. “Cuéntanos un chiste, Andalucía, que tú eres muy salá y estás siempre alegre como un cascabel”. Y Andalucía se muerde la lengua para no soltar un exabrupto, y compone una mueca cómica e improvisa alguna gracia que provoca la hilaridad general. “Báilanos algo, Andalucía, ponte a cantarnos”. Señoritos ociosos le tocan las palmas y ella que tiene agujetas hasta en el Estrecho, les lanza una mirada de las suyas, tan intensa, con desdén.

Dicen que Andalucía cuenta unos chistes muy graciosos, chistes acerca de parados, de corrupción, qué panzá de reír, chistes de marginación, de listas de espera, de aislamiento, es que te partes de risa con ella, chistes de paro, de inmigración, de despoblación, etcétera, tiene un repertorio graciosísimo. Andalucía, asomada al balcón, rompe a cantar una desgarrada saeta, mientras ve pasar la procesión de la santísima hermandad del estigma del subsidio, con los tambores atronando y las cornetas afinando la triste melodía de las estadísticas de empleo adversas. ¿Qué te pasa Andalucía? ¿Por qué lloras? Alegra esa cara que muy pronto va a ser tu día. Y te van a organizar una fiesta muy bonita. Y ella, aunque siempre le ha gustado la jarana, no tiene cuerpo para celebraciones, pero acudirá a la fiesta para no hacerle un feo a los suyos. Así que a la mujer le tocará pasar la noche en vela zurciendo la bandera, que la tiene hecha jirones por la parte de las rodillas —de tanto arrastrarse la pobre— y con el verde y el blanco desteñidos y sucios.

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