Amunt Valencia

    12 nov 2024 / 08:55 H.
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    Nunca fuimos más felices que cuando aparecía en la plaza un balón perdido, como ese que arrastró la terrible riada levantina para que unos niños jugaran ilusionados en mitad del barrizal. A todos nos sobrepasa en estos días la magnitud de una tragedia que emerge con el alarido de la desesperación sobre una tierra inerte que deja a vista de satélite el marrón de un paisaje manchado sobre una esperanza antes verde. Llegan estos lodos que trajeron los polvos de la arrogancia humana por domesticar la naturaleza, la especulación urbanística desmesurada y la hipertrofia burócrata de una administración que siempre penaliza al administrado. Luego está el fango del amarillismo y una política empeñada en ganar la partida cuando caen los peones y se encastilla el poder en torres de marfil, cuando emplean los alfiles caballos de batalla en una ciénaga de reproches. Habrá que enterrar dignamente a los muertos y luchar por los vivos dijo el Marqués de Pombal sobre las ruinas de una Lisboa arrasada. Mirando la imagen de una pizarra escrita con mensajes de héroes anónimos, de tanta solidaridad desbordada, de esos niños jugando con un balón en mitad de la nada con su equipo del alma último de la primera solo queda decir en conciencia “Amunt Valencia”.



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