Amor platónico

21 abr 2016 / 17:00 H.

Hay ocasiones en las que el amor intenso y desmedido está alimentado por tal cúmulo de intereses que dudo si se le llama platónico por la visión filosófica que tuvo Platón del amor o se refiere simple y llanamente al plato suculento y abundante en una mesa de lujo bien saturada.

Lo digo porque el amor platónico sólo suele afectar a uno de los enamorados que, por su arrobamiento, queda envuelto en las redes de su pareja y no ve más allá de lo que su empecinamiento le permite ver y lo que se le dice que vea. Esto no es nada nuevo. La vida está llena de amores platónicos, unos que dejaron polémicas dolorosas y otros que pasaron inadvertidos. Y los seguirá habiendo, porque las personas se siguen enamorando, afortunadamente; claro que unos con más fortuna que otros. Porque la fortuna, más o menos abundante, suele estar metida en estos entresijos.

Tenemos conocimiento relativamente reciente de algunos amores de este estilo. Yo recuerdo, por ejemplo, el de Julián Muñoz e Isabel Pantoja, y en plena actualidad, así nos parece el del infalible Kiko Matamoros y Makoke. En los dos se da la circunstancia de que hubo abandono de hijos, fruto de esa ceguera que supuestamente produce el platonismo. El ex alcalde de Marbella tuvo un triste final derivado de su desmedida obsesión por la cantante. Lo de Kiko, que se lleva cociendo durante varios años, está ahora en plena ebullición y veremos a ver en qué queda.

Es triste que sean los hijos las víctimas de estos amores platónicos. Aunque no hace falta que el amor conyugal con la nueva pareja sea tan fuerte para que los padres opten por abandonar a sus hijos o, aún peor, a no reconocerlos. Quizás cuando usted esté leyendo estas líneas, se conozca el resultado de la prueba de ADN realizada a Manuel Benítez “el Cordobés” que podría poner punto final al litigio emprendido por Manuel Díaz buscando el reconocimiento de paternidad del que fue famoso torero. Pronto se van a cumplir 15 años de la muerte de Miguel Gila, para mí uno de los mejores humoristas que hemos tenido en nuestro país, al que siempre admiré hasta que supe de la rotunda negativa a reconocer a Carmen, la segunda hija de su primer matrimonio. Diez años duró el pleito hasta que la Justicia dio la razón a su hija, que desde entonces puede utilizar el apellido de su padre.