Al amor no correspondido
Te vi soñando entre los tules de la blanca espuma, te hallé sobre la piel del mar imaginando... cuando el mar sosegado levemente bailaba un solo de violín, staccati de pasos vulnerables, sonidos del azul de mediodía. Nadie podía saberlo y, sin embargo, en un grito callado se dejaba percibir la ingrata melodía de unos ojos que parecían volar al infinito.
Mientras el céfiro entonaba en su canto de marfil un adagio muy lento.
El corazón flotaba como en un sueño, como dentro de una bola de cristal a la que no importaba las vueltas que le dieran. Sufría en su interior una derrota sin batalla, ni combate, ni fuerza. El ánimo se había casi desvanecido y andaba de rodillas descalzo y sin aliento. Un “no” sin atributos, sin marcas, sin surcos, ocupaba todo un espacio y se dejaba escuchar desde lo más profundo, rompiendo la alegría, había caído vencido en una lucha absurda que no tenía sentido. Mas el espacio azul volaba entre los tules del silencio interior como un grito callado y malherido. La noche gris se había apoderado de su alma, el eco transparente desdibujaba todo. No sentía nada, ni siquiera el frío que recorría la ciudad había calado en sus huesos. Lo miraba y él no podía verme, sus sentidos estaban alterados, el vacío recorría su ser sin dejar que pudiera llorar.
El amor no correspondido volaba en solitario, se dejaba caer desde la altura sin sentir ni el más mínimo miedo al descender deprisa. Nada lo hacía volver a la realidad que lo llamaba. El enfrentamiento hacia aquel “no” era un vendaval sin aire, un monte sin altura, un río sin corriente. Un espacio silente en una catarata, una explosión en medio de la nada, un sueño vacío, una nube sin forma, un compás sin música, una pisada sin huellas...
Un terremoto sin movimiento, una tormenta sin truenos ni rayos, una aurora oscura sin luz ni alba, un camino sin sendero...
La desilusión había plantado su tienda en medio del espacio, había clavado su daga en el centro del corazón.
Mas no por mucho tiempo, porque un diminuto rayo de esperanza empezó a crecer en el silencio tumultuoso, dejándose llevar por la corriente de la desilusión, lo deshizo completamente, volviéndose a restaurar el alma y por qué no, a buscar de nuevo el amor verdadero.