Ahorro energético

    21 sep 2022 / 16:07 H.
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    Si algo de positivo ha tenido la guerra de Ucrania ha sido despertar la conciencia de la necesidad de ahorro energético, de que vivimos por encima de nuestras posibilidades en ese sentido. Tarde, porque la guerra es solo una fase crítica coadyuvante al gran problema al que se enfrenta la humanidad: el cambio climático, del que los países desarrollados somos responsables revolcándonos en un hedonismo salvaje e insensato, porque económicamente nos lo podemos permitir. Por eso aplaudo el decreto de ahorro energético que tanta polvareda ha levantado desde que se publicó en el BOE. Es cierto que se podía haber consensuado, fórmula adecuada para ganarse apoyos y mover voluntades; tampoco es de recibo mezclar en el decreto cosas tan dispares como las becas, las ayudas al transporte o el ahorro energético, churras con merinas, y obligar al todo o nada. Otras críticas, por el contrario, son falaces e ilógicas, hablar por hablar o porque hay que oponerse. Tal es la de que perjudicará a la industria; si algún sector puede verse afectado, otros tomarán auge, como el de las renovables, orientadas a la obtención de energía limpia y respetuosa con el medio ambiente. O la más absurda: “generará inseguridad y espantará el turismo y el consumo”, catastrofismo politiquero; ni el alumbrado excesivo es traba para los cacos, ni los turistas van a dejar de venir porque se corte la iluminación de los monumentos, ni el consumo se resentirá por los ajustes racionales en temperatura de los locales comerciales o el apagón de los escaparates. Más bien al contrario si esa economía redundara en reducción de precios. Hay un aspecto que considero además muy positivo, y es el efecto arrastre que puede tener a nivel individual para dejar en su justa medida ese afán de dominio de la naturaleza tan deleznablemente humano que nos lleva a pasar frío en verano y calor en invierno en nuestros hogares, o para hurgar en la sensibilidad no solo respecto a la energía, sino al despilfarro de un bien tan necesario y escaso como el agua, y más en nuestra sedienta Jaén. A este fin, no hubieran venido mal campañas de concienciación ciudadana previas al decreto y dar ejemplo desde un medio tan poderoso como la televisión. Y no me refiero solo a dejar la corbata.

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