Ahora y siempre, mucho amor

28 dic 2020 / 12:00 H.
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Desde que era niño, hay una historia que me atrae, casi de forma obsesiva: “Canción de Navidad”, de Charles Dickens.

En ella, a un viejo egoísta, avaro y cascarrabias, se le concede el sorprendente y doloroso privilegio, de ver las consecuencias de sus decisiones pasadas, presentes y futuras, lo que le hace darse cuenta del daño que se ha hecho a sí mismo y a los demás y, así, cambiar de actitud. Pero, en la vida real, este cambio no es tan fácil porque, normalmente, no somos conscientes de todas las consecuencias de nuestros actos, ni siquiera, las personas que más seguras parecen de sí mismas, siendo una mayoría los que vamos “a ciegas”...

Y, como dice Eliyahu Goldratt, para cambiar, es necesario realizar un esfuerzo y un sacrificio que, si no merece la pena, pocos van a estar dispuestos a hacer, mucho menos, si su entorno social, no solo no los acompaña sino que, incluso, los maltrata por salirse de la costumbre que, por muy perjudicial que esta sea, no deja de ofrecer, al menos aparentemente, seguridad y estabilidad a todos los que la siguen.

Volviendo a la Navidad, hay que decir que se trata de una tradición occidental, propia de la religión cristiana pero que, a pesar de que son muchos los países y culturas que viven ajenos a esta, tendemos a pensar, que todo el mundo la celebra... craso error.

Las Fiestas Navideñas, en Occidente y en aquellos países que se ven influenciados por el mismo, son motivo de reunión con familia, amigos y compañeros de trabajo y las festejamos con la compra de regalos y grandes banquetes, donde no faltan recetas y dulces típicos de la época...

Quitando toda la parafernalia, e independientemente de las creencias de unos y de las experiencias excepcionales de otros, me atrevería a decir que, durante las Navidades, el Amor es el gran protagonista o, al menos, así debería ser, y ese sí es un concepto más universal y presente a lo largo de la historia de la humanidad.

Pero, ¿qué es el amor?...

Son muchas las definiciones que se le ha dado.

Una definición, inspirada en lo que dice nuestra Real Academia, diría algo así:

Sentimiento intenso de afecto, inclinación y entrega del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser que, de forma natural, nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.

Para otros, no obstante, el amor es una “actitud armónica” con nosotros mismos y nuestra circunstancia, que nos permite “prosperar” como especie en el universo natural del que formamos parte, conocido o desconocido para la Ciencia, perceptible o imperceptible para los sentidos que, la mayoría, más utiliza ahora mismo ...

¿Y qué es la “prosperidad”?

De nuevo, nuestra Real Academia la define como: “Buena suerte o éxito en lo que se emprende, sucede u ocurre.”

Para otros, no obstante, tiene un significado más existencial o espiritual que podría asimilarse al “Baraka” musulmán o al Estado de Gracia o Divina Providencia, judeocristianas.

¿Y por qué celebramos, en Occidente, el amor durante las Fiestas Navideñas?

Porque, al margen de la creen- cias o no creencias religiosas de cada cuál, si el amor es correspondido, se traduce en una convivencia pacífica y próspera para los que se aman, que se manifiesta de múltiples maneras a lo largo de la vida social de una persona: en el romance, con la pareja, en el hogar, con la familia, en la amistad, con los conocidos, en el compañerismo, en el trabajo, en la profesionalidad, con el cliente, en la deportividad, con el jugador adversario, en la hospitalidad, con el forastero, en las relaciones de buena vecindad, entre personas del mismo barrio, edificio o comunidad, en la urbanidad, el civismo, la lealtad y el “Buen Gobierno” entre ciudadanos y políticos...

Imaginaros, por solo un instante, un ambiente social participativo y democrático, donde todo el mundo tiene algo que decir sobre las decisiones que se toman, donde todos están al tanto de la situación del grupo y su entorno, de cara a la gestión de los proyectos que desarrolla y que, a la hora de convivir y trabajar para la creación, mantenimiento y mejora de dichos proyectos, no hay tanta jerarquía, sino que todo el mundo está conectado, directamente, con la persona que tiene que convivir y trabajar, sin tener que pasar por intermediarios, nivel por nivel jerárquico.

¿No nos sentiríamos la mayoría, en este ambiente, altamente comprometidos al saber que todos tenemos voz, sin exclusiones?, ¿no estaríamos emocionados de participar todos los días?, ¿a cuántos os gustaría vivir en ese ambiente?

El problema está cuando ese amor no es correspondido y se produce el daño, de mala fe, deliberado y malintencionado o, simplemente, por dejadez o negligencia, por parte del que cree saber lo que le interesa, sin tener en cuenta a nada, ni a nadie más ...

Ahí es donde se produce la ruptura de ese vínculo natural y existencial de uno mismo con su circunstancia, que es el Amor y es, entonces, cuando sentimos que hay que restituirlo, mediante el perdón, la penitencia e indemnización, en su caso, y el compromiso de no volverlo a hacer para así restaurar la confianza y restituirlo. A esto, tradicionalmente, se le ha llamado Justicia, con mayúscula, desde la perspectiva filosófica.

Pero para que gane la Justicia, es necesario un Juicio y que las personas que lo lleven a efecto, “tengan suficiente Juicio”. Y no solo eso, sino que también son necesarios los recursos materiales, financieros y humanos, para que ese Juicio se lleve a cabo... Y, aunque parezca sorprendente, creo que, hoy día, tenemos lo necesario para hacerlo.

Sobre nuestra Capacidad de Juicio, decía Eric Berne:

“Debemos intentar tomar conciencia de la intensidad con que nuestros sentimientos afectan nuestra conducta, nuestras experiencias y nuestras ideas acerca de las cosas y personas que nos rodean, para evitar los actos irracionales, la ansiedad excesiva y los errores de discernimiento.

La experiencia psiquiátrica indica que, en la duda acerca de lo que más conviene a nuestra propia felicidad, más sensato es obrar, sentir y pensar según el amor que según el odio.”

Sobre lo mismo, Mahatma Gandhi decía que, cada uno, “debe cultivar la fina cualidad del discernimiento (es decir, juicio, evaluación o valoración) que va junto con el coraje y el carácter espirituales”. En relación a los recursos necesarios para enjuiciar o, lo que es lo mismo, evaluar, decir que la mayor parte del mundo está en Internet y en las llamadas Redes Sociales digitales.

A pesar de que cada vez lo hace a un ritmo más lento, el número de usuarios de internet en el mundo sigue creciendo de acuerdo con los últimos datos del informe que “We Are Social” y “Hootsuite” presentan este año 2020. De 2018 a 2019, el número de usuarios de internet creció un 7%.

El informe de 2019, aseguraba que el mundo cuenta con 4.388 millones de internautas, de los 7.676 millones de habitantes que tiene el planeta, es decir, una penetración del 57%. El 84% de las personas que cuentan con acceso a internet, usa redes sociales digitales (WhatsApp, Facebook, Twitter, Linkedin, Instagram, Tik tok ...) Así que podemos afirmar que aproximadamente el 50 % de la población mundial está usando redes sociales digitales, es decir, 3.800 millones de personas ( con un aumento del 9,2% desde 2019).

Ahora, os propongo un reto:

A través de redes sociales, digitales o no, promover la formación y, nunca se nos olvide, la e-valuación continua, autodidacta y cooperativa, del amor, para garantizar nuestra Prosperidad.

Es decir, debemos formar y evaluar las inteligencias, también llamadas, competencias socioemocionales necesarias, para maximizar la garantía en el tiempo de un buen “clima emocional” ciudadano, democrático y solidario, como base fundamental de una convivencia pacífica y próspera para todos...

Por ahora, Linkedin es la única red social digital que incorpora en su plataforma lo más parecido a un sistema de Evaluación del Desempeño 360°, en el que la gente puede asignar y validar competencias o “aptitudes” de sus contactos, y no solo eso, sino también hacerles recomendaciones.

Pero, ¿cuáles son las inteligencias o competencias socioemocionales que debemos formar y evaluar?

Según algunos expertos, podríamos partir de la famosa lista abierta de “Inteligencias Múltiples”, de Howard Gardner o las llamadas “Fortalezas psicológicas”, de Martin Seligman y Christopher Peterson.

Teniendo en cuenta lo que apuntan Francesq Torralba y la Psicóloga Antonia Martín Sánchez, al igual que otros muchos, y es que la Inteligencia o Competencia Espiritual, también llamada, Existencial, Filosófica o Trascendental, “es la madre de todas las inteligencias” ...

Somos muchos, para formarnos y evaluarnos de manera continua, así que esto debe hacerse de forma colaborativa y participativa, entre todos, a modo de un gran Jurado Popular que se educa y evalúa, a sí mismo, de manera autodidacta y cooperativa.

En este sentido, para evaluar la Inteligencia Espiritual propongo, a José Bustelo y a Francesq Torralba, este último, porque además de haber sido nombrado Consejero del Vaticano por el anterior Papa Ratzinguer, habla de una inteligencia espiritual que está por encima de las religiones o creencias concretas, superando estas para convertirse en una dimensión espiritual que determina el objetivo último del ser como individuo o como colectivo, tal y como apunta el propio José Bustelo Gracia, sobre su colega, en su artículo “Percepción de las Inteligencia Espiritual de las Empresas”, publicado en la Revista “Empresa y Humanismo”.

Torralba plantea, entre otras muchas cosas: “No hay filosofía si no hay espiritualidad y no hay cultura sin espiritualidad”. Lo cual viene muy a cuento en esta nuestra provincia de Jaén, donde contamos con uno de los más importantes Patrimonios Culturales e Inmateriales de la Humanidad, que es el Patrimonio de las Tres Culturas (Judía, Cristiana y Musulmana)

Volviendo a estos dos autores, según Torralba y Bustelo, la Inteligencia Espiritual se enmarca, por tanto, dentro de la Teoría de las Inteligencias Múltiples y se identifica por requerir la presencia de al menos tres dimensiones:

1) La Dimensión Cognitiva que desarrolla el conocimiento espiritual que podría incluir:

—El Razonamiento moral.

—La Profundidad a la hora de interrogar e interrogarse

—La Búsqueda de la Sabiduría.

—La Práctica de la Meditación, la Contemplación.

—La Búsqueda del Sentido.

—El Autoconocimiento.

—La Autotrascendencia.

—La Resiliencia.

—La Facultad de Valorar.

—La Superación de la Dualidad.

—La Elaboración de Ideales.

—La Ironía y el Humor.

—La Consciencia Crítica y Autocrítica.

2) La Dimensión Afectiva, que incluye:

—La Humildad o la Experiencia de la Fragilidad.

—El Entusiasmo.

—El Sentido de Pertenencia al Todo.

—El Gozo Estético y Artístico.

—La Consciencia de la propia Vocación.

—La Comprensión del Misterio.

—El Poder de lo Simbólico.

—La Empatía.

—La Felicidad.

—La Capacidad de Asombrarse como cuando éramos niños.

—La Tranquilidad y el Equilibrio Interior.

—La Capacidad de Distanciarse.

—El Gusto por el Silencio.

—La Práctica asidua de la Soledad.

—El Disfrutar del descanso o No Hacer Nada, sin aburrirse.

—La Capacidad de Conexión, con uno mismo y con su entorno.

—La Calidad en las Relaciones.

—La Autodeterminación.

—La Consciencia de los Límites.

—La Consciencia de las Posibilidades.

—La Transparencia, Honestidad.

—La Apertura Mental y emocional o Receptividad.

—Capacidad de Sacrificio.

—Vivencia Plena del Ahora.

3) La Dimensión conductual

—El Control de los Impulsos.

—El Calidad y Estilo a la hora de Vivir.

—La Salud.

—El Ejercicio Físico.

—La Creatividad.

—El Ejercicio de la Solidaridad.

Todas estas podrían considerarse como aptitudes a validar, para formar y evaluar la Inteligencia Espiritual, Existencial, Trascendental o Filosófica, a través de nuestras redes sociales, digitales o no, y así, con todo lo dicho hasta ahora, procurar una formación y evaluación continua del amor para garantizar, en la medida de lo posible, la prosperidad y conseguir que, no solo para nosotros en Occidente durante estas fechas, sino también para el resto del mundo y siempre, sea Navidad y tengamos mucha prosperidad...

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