Agotamiento sistémico

24 ago 2021 / 17:15 H.
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Los veranos responden a un pacto por relajar el circo político cotidiano. Lo que nos quieren hacer ver como política, claro está. No es solo la interacción entre políticos electos y el resto de agentes sociales. La política la hacen las personas con su conducta y toma de decisiones diarias. A las personas profesionales de la política les corresponde facilitar el marco para que la ciudadanía y las demás personas, a título particular, puedan actuar como agentes sociales responsables en la toma de decisiones que condicionan y crean el modo de entender nuestra vida colectiva. Esto me plantea una reflexión. En la sociedad del postureo, del tiempo flash, de la apariencia, del like, de sonrisas impostadas mostrando que todo lo que se vive, mas aún en vacaciones, debe responder a la felicidad plena. Es una obligación, de lo contrario es un fracaso, palabra tabú. Felicidad que se interpreta como una secuencia continua de activismo para tener evidencias objetivables en forma de fotos que subir a las redes o enviar a las personas deseadas. Se trata de realizar actividades continuas con el fin de ocupar todo el tiempo y que debemos percibir como placenteras. Es tiempo para mostrar a otros. Si eres reconocida has tenido éxito, has sido feliz. Me pregunto si habrá sido feliz forzando situaciones y autoconvenciéndose de que todo son emociones de felicidad. Esto es lo que subyace al agotamiento pandémico. No creo que se trate de una consecuencia pandémica, sino de la insatisfacción propia por la gestión de las relaciones, el tiempo y las emociones que nos oferta nuestro estilo de vida, sin llegar a ser conscientes de que duran instantes. Intensas como el encendido de una cerilla y efímeras como el hilo de humo de la vela que se apaga ¿Realmente somos conscientes de esta dinámica estresante por mostrar felicidad? Confundimos vitalidad con vivir. Vivimos físicamente para construir una identidad y reconocimiento virtual. Este modo de entender la existencia es contrario al autocontrol y sensibilidad necesaria para pensar en la salud y vulnerabilidad de otras personas. De ahí, las violaciones sistemáticas de las normas de salud comunitaria en pandemia. ¿Han comprobado las pequeñas o grandes infracciones diarias? Podríamos hacer un catálogo y establecer perfiles de personas”. Después de dos años no hemos aprendido nada”, me comentaba Carmen sobre esta situación. Si algo la define es su actitud vitalista. Es médica de atención primaria. Pese a la limitación de recursos impuestos por las políticas sanitarias, me ha demostrado como las personas en situaciones de fragilidad y vulnerables, no necesitan compasión sino comprensión. Solo así, hay una aproximación al sentimiento y necesidades de la persona. Es apoyo y acompañamiento para la mejora de tu situación mostrándote que es vida. Lo contrario es asistencialismo voluntarista no resolutivo. Los aplausos se tornaron en amenazas y agresiones. El reconocimiento debe plasmarse en seguir sus indicaciones y dejar el postureo vital entendiendo que la vitalidad debe ser para “vivir”, no para competir sin límites por los reconocimientos que no aportan calidad de vida sino hiperactivismo obsesivo enfermizo. Disminuyamos nuestra complejidad, simplifiquemos la existencia. Si algo se puede concluir de este periodo vacacional es la necesidad de reflexionar detenidamente sobre las palabras de Carmen.

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