Adolescencia

    09 abr 2025 / 08:59 H.
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    La exitosa serie adolescencia ha agitado el debate social en torno a la educación y la salud mental de los jóvenes y adolescentes. Plantea con un realismo y dureza brutal el acoso escolar, la nefasta influencia de las redes sociales, la masculinidad tóxica, todo ello en un ambiente y en una familia que bien podría ser la nuestra o la de nuestro vecino. No hay una sola causa para conocer porque la salud mental de la infancia y la adolescencia está tan perjudicada en los últimos tiempos, pero la realidad, según el colegio oficial de psicólogos de España, es que el 26% de los adolescentes presentan síntomas moderados de depresión, y el 15% síntomas graves de ansiedad. La encuesta del ministerio de universidades del 2022 alertaba, además, de que más del 50% del estudiantado manifestaba necesitar apoyo psicológico y la prevalencia de ansiedad moderada o grave era de aproximadamente uno o una de cada dos estudiantes. La situación es grave, porque además este tipo situaciones cristaliza en ocasiones en trastornos del desarrollo difíciles de abordar e infelicidades crónicas.

    El decano del Colegio de Psicólogos de Madrid, José Antonio Luengo, reitera desde hace años que la infancia y la adolescencia llevan tiempo “dando serios avisos de que las cosas no están bien”, enfatizando la necesidad de prestar atención a los factores que afectan el bienestar psicológico de los jóvenes. Todos nos imaginamos que el uso excesivo de los dispositivos tiene algo que ver en esta situación, pero también hay que buscar las causas en la educación de los padres y las presiones y valores del entorno. La revista The Lancet publicó un estudio que concluía que no hay pruebas que apoyen la idea de que las políticas restrictivas del teléfono en las escuelas estén asociadas a un “mejor bienestar mental en los adolescentes”, pero entre más tiempo se le dedique a los smartphones y a las redes sociales, peores son los resultados de salud mental. El psicólogo Miguel Angel Rando, decía esta semana que las personas como los móviles necesitamos aplicaciones para funcionar. Es decir, necesitamos información, formación, y valores para actuar. Muchos de estos problemas que nos plantea la serie adolescencia tienen que ver con la falta de educación, formación y habilidades de los niños y adolescentes, para poder afrontar la vida y su realidad cotidiana. Les faltan aplicaciones para desarrollar sus relaciones entre iguales y con sus entornos.

    Se producen situaciones de acoso escolar, porque no saben gestionar sus emociones y sus impulsos, y terminan descargando su ira contra otros que consideran inferiores. Se producen situaciones como las que generan el denominado fenómeno de los “incel”, porque no saben gestionar sus relaciones con chicas y culpan a las mujeres de sus “fracasos sexuales”. Se producen agresiones sexuales, porque no existe educación sexual y los niños sólo se educan a través de la pornografía, cuyo consumo comienza a los 9 años. Esta realidad nos debe llevar a actuar y no quedarnos parados. Cada uno en su rol debe de aportar parte de la solución a este nudo gordiano de fracasos colectivos. Los profesionales de la educación, las familias, las empresas tecnológicas que deben tener planes de protección y ética en sus desarrollos, las administraciones públicas, etcétera. Todos tenemos parte de responsabilidad y parte de la solución. En este sentido felicito la reciente campaña del ministerio de igualdad “Vamos a hablar de pornografía” destinada a una educación afectivo sexual positiva.

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