Accipiter aut columbae
Quise quitarme del feisbuc y del tuiter y de sus muertos y de su puta madre. Y de las listas negras. Y de la rubia de homeland. Tan guapa y tan dolorosamente auténtica. Y comencé a borrar perfiles y a cerrar cuentas. Y a quitarme amigos con un clik. Me gusta, terriblemente me gusta, esta facilidad tremenda de olvidar amigos y dejar espacio libre a nuevos desconocidos. No dejan lastre. No te fallan. Me gusta y me gusta y me encanta y me entristece. Y no necesito verlos. Ni me roban tiempos. Ni me molestan con sus putas historias depresivas o chulescas. Pero los veo con los ojos rojos en Instagrames de mierda, perdidos en los youtubes, llenos de virus, de cocavirus llenos. Quiero quitarme del feisbuc, y de sus muertos, y de su puta madre porque ya no conozco a nadie. Ni a los vivos, ni a los muertos. Intentaré morir después de zukenberg (como se llame) para que se joda y aprenda que la vida es otra cosa. Quise quitarme para no estar solo con mis vecinos ausentes y saber, por fin, porqué un perro blanco me ladraba, y en mi puerta rascaba y meaba. Y ladraba. Me llamaba. Y yo no entendía nada. Ni tan siquiera cuando la puerta le abría y, jadeante me miraba y me pedía que me fuera con él. Sin feisbuc ni sus muertos ni su puta madre. Accipiter aut columbae. Así es la vida.