A la familia de Fran Carles
Nadie debería morir como ha muerto vuestro hijo, hermano y pareja >> Qué raro, qué incomprensible es que una pesa te caiga en el pie y te lleve a la muerte >> No, no hay consuelo para la familia, que todo es dolor y un interrogante: ¡Por qué!

No hay compasión ni puede haber consuelo, que la muerte de alguien querido es imborrable en el recuerdo y se queda grabada a fuego en el alma, con ascuas imperecederas. No hay compasión ni consuelo, tampoco puede haber paz ni vida nunca jamás si esa muerte se produce como la de Fran Carles, que un hijo es todo, sin él a tu lado nadie tiene sentido, que un hermano tan joven aviva hasta el último de los días el rescoldo del porqué, que es lo peor, lo que mata cada segundo, lo que te hace morir a chorros cada día. Por qué pasan estas cosas, por qué nadie presagiaba el drama, por qué se iba con la misma cantinela de cada centro de salud, por qué, por qué, por qué a ese hijo sano y fuerte, por qué a ese hermano que era todo energía y pura alegría... Sin fuerza, sin aliento, destrozados por el dolor, Pepi, la madre, y Carlos, el hermano no dejarán de hacerse la misma pregunta. Por qué, por qué, por qué, además casi lo mismo que se les fue de su lado Carles, el marido, el padre, el futbolista que hizo de la camiseta azulilla del Linares impronta y piel, más que piel, sangre y escudo a la vez. Y por qué le tiene que tocar a ese muchacho enamorado que desampara para siempre de brillo y de luz los ojos de Lola, su novia... No, ni consuelo ni compasión ni paz, el dolor se enraiza desgarrador en las entrañas y solo el cariño de la familia y los amigos atempera un poco ese aire que no llega a los pulmones, ese amanecer que se hace oscuridad permanente como la misma noche de la que quieren escapar pero no pueden, con las fuerzas perdidas desde el mazazo, con el tiempo inconmensurable en su tic tac aunque quisieran pararlo y volver para abrazarlo, para darle la misma sangre, toda, entera hasta la última gota, y curarlo. Curarlo a besos. Pero no, qué tragedia más incomprensible, se nos fue Fran Carles, a quien vi jugar de capitán entregado con el nuevo Linares, como ya hice con su padre, todo genio y ganas en el Linares de los años 80. Esas crónicas de este plumilla relatando las cosas que hacía un futbolista distinto, que nunca volvía la cara, presta la zurda para el gol, se me hacen ahora imborrables al ver cómo padre e hijo han muerto, lo mismo, tan jóvenes.