Víctima y testimonio de la Guerra en primera persona

Antoñita González cobra una pensión por las heridas del bombardeo del 37

09 oct 2016 / 11:04 H.

Más que testigo, víctima. Antoñita González Reyes, jubilada que ejerció como enfermera del Traumatológico de Jaén durante casi 40 años, tenía 18 meses cuando sobrevivió al bombardeo de Jaén de 1937. “Mi familia quería que estudiara Magisterio, pero aquello me marcó y sabía que yo tenía que ser enfermera, para poder ayudar a los demás”, asegura.

González confiesa que su historia no la conoce mucha gente, y tampoco le gusta rememorarla. “Todavía no he ido al refugio de Santiago”, cuenta. “Llevo mucho tiempo traumatizada. Mi familia sí ha estado, pero yo soy incapaz. Es un recuerdo demasiado triste”. Al fin y al cabo, los nombres de su madre y su hermana mayor se sumaron a la negra lista de fallecidos de aquel fatídico día.

La tarde del 1 de abril, Gonzáles iba en brazos de su madre, Aurora Reyes, y con su hermana de cuatro años de la mano, María Dolores González. “Estábamos de camino hacia la oficina de mi padre para recogerlo y, de repente, la gente, nerviosa, empezó a gritar “¡Los aviones! ¡Los aviones!”, y echamos a correr”. En ese preciso momento se encontraban junto al actual pasaje enter edificios que une la calle de Navas de Tolosa con el Paseo de la Estación. “En aquel entonces había viviendas en ese lugar, y teníamos amistad con los residentes, los Mazas, así que en cuanto sonó el aviso nos acogieron en su casa”. Sin embargo, a pesar de encontrar un sitio a cubierto bajo el que guarecerse, una de las bombas cayó y derrumbó el edificio.

González sabe de lo ocurrido por su padre, Sebastián. “Yo era muy pequeña”, comenta. La encontraron entre cascotes días después y permaneció ingresada en el hospital durante dos meses, con un golpe en la cabeza. “Mi padre se quedó conmigo y no cobró el salario durante ese tiempo”. Su madre y su hermana fallecieron el mismo día y sus nombres aparecen en el listado de las muertes por el bombardeo que hay en el refugio antiaéreo de Santiago.

Tras la recuperación, González constató que sufrió heridas que la marcaron pero no le impidieron trabajar en lo que le apasionaba, la medicina. Cuando se jubiló, le concedieron una pensión por lesiones de guerra.

“No me gustan los pasajes sobre los combates”, asegura, y evita en lo posible los documentales no solo de lo ocurrido entonces, sino de las guerras actuales. “No puedo verlos”, dice.

DESAPARECIDOS. Miguel Ángel Valdivia, presidente de la Asociación por la Memoria Histórica, recuerda que, además de las 157 víctimas mortales, el bombardeo causó más de 700 heridos, que fueron atendidos en el Hospital Provincial San Juan de Dios, la Clínica La Inmaculada, la Casa de Socorro y Cruz Roja, y crearon “caos y descontrol” a las puertas de los centros y en los pasillos.