Miguel sale a la calle por su tercer grado, pero sin los festivos

El Juzgado de Vigilancia Penitenciaria resuelve de forma negativa la petición para la libertad condicional del interno

26 dic 2019 / 11:37 H.
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Miguel L. R. ha cumplido ya tres cuartas partes de su condena por varios delitos —uno de ellos por estafa—, se encuentra en tercer grado y dice tener una buena conducta. Son tres requisitos básicos para que a un interno se le conceda el régimen de libertad condicional, pero el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria número 9 de Andalucía, con sede en Jaén, ha truncado los sueños de Miguel, puesto que ha resuelto de forma desfavorable su petición de libertad condicional.

“Pues bien, de los datos obrantes en el expediente debe necesariamente concluirse que el interno no cumple este último requisito, como se desprende del informe pronóstico final del Equipo de Observación y Tratamiento”, reza la resolución del juzgado, por lo que Miguel continúa en tercer grado, que le fue concedido por la Audiencia Provincial de Jaén en septiembre y que se le aplicó hace escasos días —casi tres meses más tarde—. ¿Por qué? Según fuentes consultadas por este periódico, el interno “no podía salir de prisión en las condiciones que él pedía” —salir de lunes a viernes para trabajar— porque, a pesar de tener concedido el tercer grado, no disponía de un contrato de trabajo ni estaba dado de alta como autónomo, motivo por el que “no reunía los requisitos que se necesitaban”.

Tras todo el papeleo necesario, Miguel consiguió que finalmente se aplicara el tercer grado que le había concedido la Audiencia Provincial, pero no con todas las condiciones que él pensaba que tendría, por lo que denuncia a Diario JAÉN, de nuevo, su situación.

SIN FESTIVOS. Tal y como relata Miguel, cuando a un interno le conceden y aplican posteriormente el tercer grado penitenciario, le colocan una pulsera que configuran desde prisión. Él debe estar en su piso todos los días a las once de la noche —una hora más temprano que la Cenicienta—. “Los días festivos suelen desactivar la pulsera, pero conmigo no lo han hecho”, dice, a la vez que se queja de que se ha visto obligado a pasar Nochebuena —y previsiblemente Nochevieja— lejos de sus familiares. “No puedo ir a la cena porque a las once tengo que estar en casa cuando a todos los internos que tienen concedido el tercer grado se les desactiva para las fiestas”, insiste Miguel, que continúa: “Otra opción es que la cena sea en mi piso, pero es demasiado pequeño para acoger a tanta gente”. En definitiva, no sabe por qué no se le desactiva la pulsera, pero se muestra muy contento por el tercer grado.

Jaén