La vida tranquila y alejada del ruido de Joselito en su ochenta cumpleaños

El “Pequeño Ruiseñor” cumple años en Valencia, rodeado de su familia y sus amigos y con el corazón siempre puesto en Jaén

26 feb 2023 / 18:01 H.
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Nunca fue grande de estatura, pero llegó a lo más alto de la fama y, sin embargo, tampoco alardeó de éxitos. José Jiménez Fernández (Beas de Segura, 11 de febrero de 1943), el nombre que se esconde detrás de “Joselito”, cumple ochenta años con la sensación del deber cumplido, con historias irrepetibles en la mochila de su vida y con una trayectoria rica en experiencias, aquellas convertidas en auténtica leyenda.

El menor de siete hermanos, nunca olvidará las penurias que dejó en su pueblo, en plena dictadura franquista, aquel día que salió de casa con la promesa de conseguir situar a sus padres, a su familia, en el más alto pedestal. Su voz prodigiosa fue el instrumento que le permitió comer y dar de comer sin olvidar, eso sí, lo que significa pasar hambre. Llegó a Utiel, en Valencia, cuando apenas levantaba un palmo del suelo y, aunque tampoco llegó a crecer lo que otros niños de su edad, allí sigue su particular retiro después de dar la vuelta al mundo como el legendario cantante y actor del que sus paisanos pueden presumir. Su hermano mayor tuvo la “culpa” de que en este municipio valenciano, donde trabajaba en un pantano, el pequeño de la familia pudiera dar sus primeros pasos hacia la fama, porque era abrir la boca y quienes había a su alrededor quedaban paralizados. Lo escuchó Paco “el manco” y, en un abrir y cerrar de ojos, su vida cambió. Recuerda que se lo llevó a su casa, su esposa lo bañó en un barreño con agua caliente, le compraron ropa y zapatos decentes y debutó en el Cine Pérez con los aplausos merecidos para una garganta única. A partir de ahí empezó una carrera de vértigo hasta convertirse en una figura internacional, con estrella incluida, esa que muy pocos artistas pueden mostrar. Francia fue un país en el que dio y recibió todo, un lugar que supo descubrir el talento de un niño que se convirtió en adolescente, que cambió la voz más tarde de lo habitual y que siguió cantando y rodando películas como coser y cantar. De ganar 125.000 pesetas en el primer rodaje pasó a los 3 millones de la antigua moneda en el segundo. “Cesáreo González me salvó la vida”, dice. América, Europa... No había rincón en el que no fuera reclamado “Joselito”, un ídolo incomparable cuya vida corrió a la velocidad de un tren de los que no pasan por Jaén.

<i>Joselito recoge el Premio Mar de Olivos en 2013. </i>
Joselito recoge el Premio Mar de Olivos en 2013.

El intérprete de “Campanera”, protagonista del “Pequeño Ruiseñor”, “Saeta” y unos cuantos clásicos más, decidió hacer la maleta en 1969 y desaparecer del mapa. Eligió Angola. “Conseguí entrar en un grupo de caza profesional y me enrolé con ellos como tirador de precisión, porque en la galería he competido mucho, siempre me ha gustado y me he sentido como un campeón”, comenta a este periódico. Son tantos los comentarios sobre esta etapa de su vida que prefiere sonreír y continuar hacia adelante, por el camino recto que conduce hacia la felicidad por la que luchó y de la que hoy está orgulloso. Cinco años de cárcel lleva entre pecho y espalda y, sin embargo, nada ni nadie le podrá arrebatar la ilusión y la esperanza, tampoco todo lo vivido, digno de plasmar en el libro de la memoria. Hijo Predilecto de Beas de Segura, se casó en primeras nupcias con la pianista Ascensión Laurent, con quien tuvo a Isaac y a Eva, pero la vida, que da muchas vueltas, hizo que un buen día se topara de lleno con la que siempre consideró la mujer de su vida, Marifé Gabaldón, quien conoció el cielo a su lado, lo rescató del infierno y continúa a su lado, desde 1986, como la compañera de viaje que quiere y necesita.

El “Pequeño Ruiseñor” disfruta de la tranquilidad del día a día en Utiel. Tiene una finca en la que, en verano, disfruta con sus hijos y sus nietos y no pide más que salud para quienes le rodean y le dan la felicidad. “Dedico mi día a día a ver cine, a estar casa con los amigos, a acudir a homenajes que me hacen, a andar con mi mujer, ir a la finca... Una vida sencilla y bonita. Cuando estoy disfrutando de la vida es ahora, porque el trajín de ser un ídolo en el mundo no me dejaba tiempo nada más que para trabajar”, subraya. Se siente un privilegiado y, aunque haya quienes hayan dicho y escrito que le robaron la infancia, que lo engañaron económicamente y otras “sandeces” más, lo único que lamenta es que no pudo jugar como cualquier niño de su época. “A mí no me faltó de nada, pude cumplir la promesa de sacar a mi familia de la pobreza y, en cierto modo, era normal que los ídolos fuésemos estafados por un lado o por otro”, recuerda José Jiménez. Hace pocos años que regresó a la vida pública, con apariciones en televisión esporádicas y con visitas a su tierra, muchas de ellas para recoger reconocimientos como el Premio Mar de Olivos, en los Jiennenses del Año 2012, del que se siente “agradecido y orgulloso”. También pasó por la Feria de San Lucas, donde el recordado exalcalde Alfonso Sánchez Herrera le mostró el tono de su teléfono móvil, con la canción de “Campanillera”, una anécdota para no olvidar.... “Me siento querido por mi tierra y por toda España, sobre todo por Andalucía, soy muy sincero al decir que estoy muy agradecido. Sigo siendo un personaje del mundo entero. Hasta ahora he podido vivir fenomenal, no tengo millones, pero todo lo que necesito sí. Tenemos nuestra casa con unos ventanales que veo el cielo y las montañas y vivo feliz”, dice.

José Jiménez celebró su ochenta cumpleaños entre amigos. “Lo pasamos pipa”, ironiza. Pronto regresará a Jaén, en concreto a Carboneros, ilusionado por formar parte de la galería de ilustres del programa “El aceite y la vida”.

Sus más allegados reclaman para él la Medalla de Oro de Andalucía, un reconocimiento a una trayectoria en una época concreta de España en la que se convirtió en una figura internacional que paseó el nombre de esta tierra por todo el mundo. “Joselito” pasará a los anales de la historia por un torrente de voz irrepetible, con capacidad de pasar de generación en generación sin que pasen de moda sus canciones y su forma de pisar los escenarios.



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