En familia y con la vieja criba, que no hay cosecha
Propietarios de pequeñas y medianas explotaciones deciden coger su aceituna en familia para intentar no perderle dinero y no recurrir a cuadrillas profesionales ante la baja estimación de cosecha






Ala una de al tarde la pequeña cuadrilla se afana para terminar a la hora de la comida. Son seis: mujer, marido, cuñada, sobrinos y hermano. Familias con tradición olivarera que suelen dejar la recogida en manos de una empresa de servicios cuando la cosecha renta. No es el caso este año. Con todos los matices y valoraciones que se quiera, por comarcas e incluso por zonas, pero lo dice el aforo oficial de la Junta de Andalucía y lo certifican quienes miran todo el año los olivos para ver si van a darle mucho o poco trabajo al molino de la almazara.
“Este año nosotros vamos a tener el 50% menos de cosecha”, dice Paqui Gutiérrez, rastrillo en mano. Es la parcela de esta ingeniera agrónomo la que están recogiendo en familia, con buen talante, ritmo y mejor humor. Su hermano, Eufrasio, deja un momento en el suelo la vareadora mecánica, junto a un olivo de dos patas, se ajusta la gorra, y describe sus circunstancias tal y como son: “El año pasado tuve casi 50.000 kilos y este año llegaré, si acaso, a los 2.000”. Antonio Barranco, marido de Paqui, explica la decisión en pocas palabra. “La verdad es que otros años nos coge la aceituna una empresa, pero entre que este año nos daba largas y la poca que tenemos hemos decidido cogerla nosotros, como dice Paqui”. La ingeniera corrobora a su lado sin dejar el rastrillo, mientras Antonio pasa las manos con rapidez por el espinazo de alambre de la criba quitando la hojarasca a las aceitunas que ruedan hacia la espuerta. A veinte metros, el remolque anclado a un “todoterreno” ya está casi lleno de aceitunas negras y verdes.
Hay miles de familias jiennenses que recogen su aceituna cada año. El tamaño de sus parcelas (no llegan al rango de fincas) no da para más dispendios económicos. Muchas como la familia Gutiérrez Barranco suelen contratar la recogida a terceros cuando la cosecha viene bien, profesionales que prestan el servicio tajo a tajo. Si la ineludible vecería del olivar pinta a la baja, no hay otro camino que recogerla en familia para intentar que no haya pérdidas.
Llegaron al tajo a las ocho de la mañana, ayer, y comenzaron a recoger a las nueve, cuando la claridad del día ya permite ver en condiciones para trabajar. La parcela está en la zona de Puente Nuevo, tiene una casita y la guardan dos perros de buen porte. Uno de ellos negro como el carbón. “Este año hay poca aceituna aquí, por eso hemos decidido cogerla nosotros. La aceituna estaba prácticamente toda en el suelo. Hemos tirado el resto y a barrerla, porque el suelo está bastante bien. Luego la limpiamos con la criba para llevarla lo mejor posible”, explica Paqui. Tienen aquí unos 600 olivos, casi trece fanegas, como diría un olivarero viejo. “Estaba la aceituna muy gorda, así que vamos bien, en plan familiar, pero respetando los horarios, y la media hora que ya hemos parado”, añade. Empezaron el domingo la tarea y esperaban terminarla ayer a las dos y media aproximadamente, calcula. “Es que las estacas jóvenes son así, engañan un poco, y éstas tenían algo más de aceituna de lo que pensábamos. No merece la pena llamar a una empresa”. Tienen otra parcela, también pequeña, en otra zona de la capital. “Esa la recogimos hace unos veinte días. Estaba casi toda en el árbol y decidimos cogerla así; el rendimiento estaba bien y el tamaño es aceptable. Hay que cuidar la calidad. Así que esa entró como de vuelo y esta entrará de suelo”. De precios, mejor no hablar. “Depende. En unos sitios pagan más la de vuelo y, sin embargo, en otros se ha pagado más en la de suelo...”, precisa Paqui. Antonio recuerda viejos tiempos, cuando recogía la aceituna con su padre, con la misma criba que ha “desempolvado y que funciona perfectamente”. Las más antiguas eran de madera, y los sacos iban hasta al molino a lomo de los mulos. “Bueno, en mi época ya teníamos un Seat 124 ranchera para cargarlo todo”, rememora, junto a su sobrino Jorge, que echa una mano. “Aquí estamos para echar una mano en lo que se pueda”, dice el joven. Lo suyo es el fútbol. Juega en el Martos y aprovecha el descanso para ayudar. “Hay que aprovechar estos días, porque nuestro trabajo habitual no es este”, dice María José, hermana de Antonio, ayudando con la criba. “Intentamos abaratar todo lo posible, no se pueden meter jornales este año”, sentencia mientras a su lado corrobora, vareando, Jesús, sobrino de Antonio. Les quedan cuatro olivos por varear. En unos días comenzarán a recoger las de Eufrasio.