El coronavirus y las indulgencias

Aparece en los medios de comunicación (y así lo he leído para mi sorpresa), que el Papa Francisco ofrece indulgencia plenaria y absolución colectiva a todos los enfermos de coronavirus, a quienes los cuidan y a todo el personal sanitario.
Incluso el Papa propone la confesión directa en ausencia de sacerdote en estos casos de catástrofe y también la absolución colectiva para todos los enfermos, cuidadores y el resto de personal sanitario.
Basta rezar el credo, un padrenuestro y una oración a la Virgen María.
Y, para obtener la indulgencia, se pueden también elegir varias opciones: visitas al santísimo, adoración al santísimo, leer la palabra De Dios, rezar el Rosario o el viacrucis.
Y dicho eso, habiéndolo leído, me quedo pensativo y lo primero que me viene a la cabeza es una o varias preguntas: ¿Creemos los religiosos y clérigos en general que la gente nos sigue en esta materia, en estas reflexiones?, ¿y de verdad nos creemos que nos hacen caso?
Nos hemos quedado en la Edad Media, tiempo de las indulgencias y no captamos que hoy no tienen actualidad?
¿Pero de verdad creemos que eso hoy es una preocupación o una prioridad para la gente? Seguro que la gente joven no sabe ni qué es una indulgencia. Esto, hoy, no solo no se lo cree nadie, es que “pasan del tema”. Salvo unos pocos de “misa diaria” que aunque estén en casa, en estos momentos, se visten como si fueran a la iglesia un día normal.
Lo que no sé es cómo lo haría Jesús. Bueno sí, lo intuyo y lo sé por los evangelios y que precisamente su preocupación no fue esta.
Jesús, ¿qué diría y qué haría? Primero de todo diría: “Pedro, perdonar setenta veces siete, y si vas al altar y te acuerdas de alguna fechoría, tira para atrás y primero te reconcilias con tu hermano y luego vuelves”. Y cuando reces te encierras y dices: Padre nuestro... santificado tu nombre, se haga tu voluntad, danos el pan necesario, perdona nuestras ofensas....
Cuando uno está mal, como ahora, y se enfrenta a una situación difícil siendo creyente, lo primero que hace es “reconocer y pedir perdón, “sintiéndolo en su corazón y reconciliándose con Dios, consigo y con los hermanos”. Y más importante que decirlo es “sentirlo” dentro de mí, y una vez sentido, expresarlo... y ya me da igual —en esta situación— si el perdón es individual o colectivo, me basta con sentirlo y expresarlo, reconociendo mi debilidad de corazón, y “Dios que ve en lo interior y en lo escondido”, me escuchará y también me perdonará.
Tal vez me tiren de las orejas y hasta me censuren, pero a estas alturas de mi vida me voy a lo esencial, que para mí hoy es asumir mi vida, reconocerla, pedir perdón de mis faltas y rezar mucho y el resto déjaselo a Dios que es Misericordia y no aduana de control.
Antiguamente, la doctrina de las indulgencias respondía a ese momento y ese momento era un concepto de nuestra teología católica estrechamente ligado al concepto de pecado, de penitencia y de remisión de culpas.
Con las indulgencias se perdonaban los pecados —o eso creían— y además se eximía de las penas de carácter temporal que de otro modo los fieles tenían que purgar bien en esta vida o en la futura.
Esto lo formuló un papa llamado León X allá por el año mil quinientos.
Estas indulgencias se vendían para la remisión de los pecados o para liberar a la gente de sus culpas. Claro que esto lo podían hacer lo ricos que tenían dinero, los pobres iban derechos al infierno.
En todo caso, ¿dónde estaba el corazón, el sentimiento y el arrepentimiento? No lo sé. Bueno si lo sé. En cual caso si entiendo que quien siendo creyente y no teniendo acceso al sacramento, pueda usar de otros recursos y sentimientos: rezar, leer la palabra De Dios... ponerse de rodillas, etcétera.
Dios, que es Padre misericordioso, no está pensando en otra cosa que no sea la curación, la sanación, la salud y la felicidad... y eso no se compra.
Lo entendió perfectamente Jesús que entregó su vida precisamente a eso. Jesús hoy estaría en un hospital o en una residencia echando una mano, como dice el Papa acompañando “a Los Santos de al lado”.
La Iglesia tiene que cambiar su lenguaje y hasta sus formas porque esto de las indulgencias nadie se lo cree e incluso a muchos hace daño con esa imagen de Iglesia y, además, no tiene nada que ver con el Jesús del evangelio. Y mucho menos hablamos hoy de comprar conciencias para tranquilidad del alma.
Las grandes vivencias y sentimientos de la vida y la fe es uno de ellos, se sienten en los entresijos del alma, y nacen, y se cuecen ahí, y se celebran en comunidad y nunca la fe puede ser un analgésico porque sería como anestesiarme, querer ganarme al Señor y comprometerse poco.
Ay Dios mío lo que a veces hacemos de Jesús y su evangelio. A veces qué lejos estamos manteniendo y fomentando formas que ya no dicen nada. Luego nos quejamos de que la gente no cree, se ha alejado... la gente si cree pero no en este modelo.
Por eso vayamos a lo esencial: Dios, Jesús, su Espíritu, su proyecto de Reino y tú poniendo tu vida en esa causa sembrando amor y perdón y comunidad en el centro de todo.