“El caballo me trajo a estas sierras de Jaén”

Penélope Chetwode, de profesión viajera

04 jul 2020 / 11:05 H.
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Úbeda, 27. XI. 1961. Gracias a la gestión de nuestro corresponsal, Juan Pasquau, hemos conversado con Penélope Chetvode, una inglesa que, sola y a lomos de una yegua, llegó a la ciudad hace unos días en su periplo por tierras de Jaén. Con puntualidad británica nos esperaba y, después de saludarnos, comenzó a hablar largamente, en un español aceptable y sin esperar pregunta alguna. Entendí que, por inseguridad, había preparado un monologo para la ocasión, y me limité a tomar notas. “It was the horse that brought me to Spain. Así empezará mi libro; con esta frase que en español se dice algo así como que un caballo es la razón por la que he venido a España. Su título será Two Middle -Aged Ladies in Andalusia, (Dos mujeres de mediana edad en Andalucía) porque es un viaje que hacemos “La Marquesa”, mi yegua de 12 años, y yo, que tengo 51, los mismos que la yegua, según el cómputo de años de estos cuadrúpedos”. Contó que el viaje era un reto pues nunca visitó España porque, confesó, “en este país se maltrata a los animales; especialmente en las corridas de toros. Sentía aversión a este país, solo por esa razón. Por eso es un reto para mi este viaje; fruto de una serie de circunstancias que contaré en el libro. Después de dos semanas viajando por las sierras de Pozo y Cazorla, y cuando a una semana para acabar, puedo decirle que he descubierto una España que nada tiene que ver con la que nos cuentan viajeros ingleses en sus libros. Y lo contaré y demostraré en el mío. No encontré bandoleros ni fui a asaltada por ladrones; solo encontré gente que me abría sus puertas, como los vecinos de las cuevas de Pozo Alcón, los niños de Belerda o dos arrieros en Santo Tomé. Tampoco he visto que, como se dice, sea tierra de gente perezosa. He visto trabajar duro en el campo, en la fábrica de cemento del Pozo y en el nuevo embalse cercano, o en las almazaras de aceite. No hay razón en los que dicen que la comida es mala. No han probado el gazpacho, los cocidos, la morcilla blanca, las tortillas, el jamón y las migas; ni saben de la importancia de la matanza como yo, que la viví y gocé en aquí. Los ingleses que crean el tópico de la incultura española, que vayan a Quesada y hablen con su alcalde-poeta y su cura-filósofo, o visite el museo de Zabaleta, fallecido el año pasado. Y, hablando de religión, que se dejen de creer que la española es todo fanatismo y brujería; solo tienen que pasar unos días en sus romerías”. Y, emocionada , habla de los animales. “He aprendido a no generalizar de España como país maltratador. He visto cómo cuidan a caballos, yeguas, mulos o burros. No hay posada sin cuadras con abundancia de paja y con mozos que los atienden”. Y sigue contando, puesto que la fuerte lluvia nos retenía. “Ahora llover a cántaros”, dijo Penélope, a lo que , le respondí: “It rains cats and dogs”. Y con un estallido de risa acabó la entrevista.

“El caballo me trajo a estas sierras de Jaén”

UNA MUJER, EL CARIÑO A LOS ANIMALES Y UN APELLIDO QUE NO SE PUSO

Penélope Chetvode (1910-1986). Nacida en Inglaterra en el seno de una familia aristocrática, se dedicó a viajar por diferentes países del mundo. Amante de la naturaleza, los animales o la arquitectura, estaba casada con el industrial y escritor John Betjeman. Independiente como era, segura de su condición, desechó la tradición y no se puso el apellido de su marido. Convertida al catolicismo e imbuida por el llamado movimiento de Oxford, fundado por el cardenal Newman, fue una gran activista de los derechos de los animales, especialmente del caballo, razón por la que viajó a Andalucía, dejando en su libro un rico retrato de la jornada de un caballo.

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