Diez años del accidente de Barajas

Una familia de La Guardia perdió la vida en el impacto y explosión del avión

20 ago 2018 / 12:01 H.

El tiempo se paró a las tres menos cuarto de la tarde, un 20 de agosto de 2008. El vuelo JK-5022 sufrió un accidente que se convirtió en la mayor tragedia aérea de la historia de España. Fue en el aeropuerto de Barajas y una mala casualidad quiso que, en el avión de la empresa Spanair, se encontrase una joven familia de La Guardia de Jaén: Juan Muriana, su mujer Mercedes Martínez y la pequeña hija de ambos, Mercedes.

El horror del siniestro llenó las pantallas y páginas de cada medio de comunicación durante días hace hoy diez años. Nadie salía de su asombro. 154 fallecidos y solo 18 supervivientes. La aeronave se salió de la pista, impactó contra el suelo y explotó. Solo la columna de humo que se elevaba desde la zona donde el avión se estrelló ya alertaba de la gravedad del suceso. Esto, sumado al fuego, dificultó mucho el rescate de las personas que lograron sobrevivir. Aquella tarde actuaron en el accidente unos 70 bomberos de AENA, los 3 jefes de dotación y los 21 de guardia, además de otros muchos que se presentaron al saber la noticia. Finalmente, las labores de evacuación de víctimas y fallecidos terminaron sobre las 11 de la noche.

Esta noticia cayó sobre los vecinos de La Guardia con un enorme peso de tristeza, ya que entre los pasajeros estaba la conocida familia Muriana Martínez, compuesta por un joven electricista de 36 años, su mujer, una peluquera de 34, y la hija que ambos criaron con tanto amor, de solo 6, quienes se dirigían a Canarias a disfrutar de unas merecidas vacaciones de verano en familia. Todo se truncó y donde debió haber recuerdos de un viaje único, solo quedaron las lágrimas de todo un pueblo que se volcó de lleno con los que un día fueron sus vecinos y, sobre todo, con sus familias.

Juan Morillo, alcalde de La Guardia, aún lo recuerda como el primer día. Cuenta que ayer vio en las noticias que hoy se cumplía el décimo aniversario del desastre. “Se me pusieron los vellos de punta. Me vienen a la cabeza tantas cosas que, en esos nueve o diez días que pasé con la familia hasta que recuperaron los cadáveres, no puedo ni explicarlo”, expresa. Esa tarde de agosto, Morillo acababa de salir del Ayuntamiento y llegó a su casa para comer cuando recibió la llamada de un amigo en la que le informaba sobre el accidente en Barajas y la posibilidad de que la familia guardeña fue parte de la tripulación. Y así fue. Unos días antes, el alcalde recuerda haber hablado con Juan Muriana. “Como era electricista, hablamos de cómo podíamos organizar, para años sucesivos, el alumbrado público para las fiestas patronales del pueblo. Me trajo unos proyectos que, de hecho, aún conservo en el Ayuntamiento. Eran algo novedoso”, relata. Sin embargo, todos las ideas de Muriana se quedaron en el aire, en palabras llenas de ideas que no llegaron a brillar. “Todo se quedó en hablado, no pudimos llegar a hacer un contrato. De hecho, él me comentó entonces que se iba unos días a Canarias para recordar sus días haciendo la mili”, indica.

Son cosas, a pesar del tiempo, que no se superan, asegura el alcalde. Dice que, quizás, durante el resto del año no estén tan presentes en las mentes de los guardeños, pero siempre reaparecen en los días importantes. Entre todos, el alcalde del municipio destaca que quienes de verdad no lo superan son las familias. “Yo me llevo muy bien con ellos. Hicimos amistad a raíz de este accidente, en el que estuve siempre con ellos. Hoy día, siguen tocados. Son personas mayores y ellos estoy seguro que lo recuerdan a diario”, explica. Para este año, no hay ningún acto oficial previsto en el pueblo. Desde 2009, el primer aniversario del siniestro del vuelo JK-5022, la familia de los fallecidos pidieron que les permitieran seguir con su sufrimiento en la intimidad. Morillo apunta que todos estaban, ante todo, muy agradecidos por todo el apoyo de su pueblo, ya que hicieron todo lo que estaba en su mano. “Y esta es la voluntad que seguimos respetando”, asevera el alcalde.

El principal culpable al que se señaló fue un fallo técnico del sistema de advertencia sonoro del avión de Spanair. Sin embargo, según la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes de Aviación Civil (Ciaiac) que investigó el suceso este “fue contribuyente, no determinante”, y asegura que los investigadores siguen “frustrados” por no saber qué falló. Juan Morillo lo define como el accidente más grande que ha habido en España. Tanto, que aclara que hasta el día 29 de agosto no consiguieron recuperar los cuerpos de la familia Muriana Martínez, quienes, según asegura, aún continúan muy presentes en todos y cada uno de los corazones de los guardeños.

Entre la tripulación, la única persona del servicio de la aeronave que logró sobrevivir al accidente fue Antonia Martínez, de Úbeda, quien entonces solo llevaba cinco meses como azafata en Spanair. La joven tuvo la fortuna de estar en la parte de la nave que cayó al arroyo. A pesar de esto, tuvo que estar ingresada casi veinte días. Tras el incidente, la ubetense deseó volver lo más rápido posible a la normalidad y, un año después, continuaba como trabajadora de Spanair en el aeropuerto de Barcelona.