De la discordia a la reconciliación

Este bichito desconocido que no está visitando, expresión del Mal y que está moviendo nuestros cimientos, está poniendo delante de nosotros nuestra propia realidad. Nosotros, que siempre vamos deprisa, que nos sentimos necesarios y, a veces, imprescindibles y que hasta llegamos a pensar que sin nosotros esto no funciona, nos estamos dando cuenta de que un diminuto bichito bautizado Covid-19 nos está poniendo en nuestro sitio, y recordándonos que somos poca cosa y lo poco que somos lo somos poco. Los señores del universo, crecidos es poder y engordados de autoestima, de pronto nos encontramos con que un bichito nos saca los colores y nos pone en nuestro sitio. Cuando el virus lo tienen otros, a penas nos inmutamos, ahora que nos ha visitado corremos como el del evangelio del pobre Lázaro y el rico Epulón para que nos avise de con qué intenciones viene. Mientras tanto, hemos vivido a cuerpo de rey, comiendo, consumiendo, esquilmando el universo, maltratando a la madre tierra y abonando el terreno para que el Mal llegue y nos avise de que algo estamos haciendo mal. Y hasta nos amenace como en tiempos de Noé que habrá que cribar la vida y que esto nos ayude a recapacitar.
La discordia que nos trae el virus 19 nos mueve los cimientos, nos asusta y nos obliga a tomar la vida más enserio. Esta discordia nos invita a la reconciliación, a reconducir y a recapacitar. Reconciliación primero con nosotros, que nos subimos con frecuencia a la parra y se nos olvida quiénes somos y de dónde venimos. Asumir nuestros errores, pedir perdón y perdonarnos es fuente de vida y curación para el alma. Reconciliación con los hermanos y compañeros de camino a los que a veces ignoramos y otras encunetamos orillándolos en los márgenes de la vida. La insolidaridad, a veces, anidada en nuestras ramas, nos hace una llamada: pensar en los demás y hacer las cosas con amor. Reconciliación también con el medio, con la naturaleza, con la tierra, con la vida. No somos solos. ¿Quién nos hemos llegado a creer? Reconciliación con sabor a generosidad.
Hoy nuestros mayores son los más vulnerables, son nuestra preocupación. Cuidarlos, mimarlos y protegerlos es nuestra terapia y mejor abrazo. Para ello debemos de ser responsables y cuidarnos para poder cuidar. De todas estas experiencias saldremos tal vez menos, pero fortalecidos y humildes. Agachada la cabeza, pero engrandecido el corazón y fortalecido el espíritu para aprender de los errores y saber que tenemos tarea: no dejar hueco al Mal y ser portadores del bien ahora y siempre. En este momento, la fe en Jesús es bálsamo y caricia, y también es cuestionante, porque en este momento nos viene bien recordar las palabras y la vida de Jesús que tuvo, sobre todo, dos preocupaciones en la vida: el sufrimiento de la gente y el hambre.
Hoy, los creyentes asumimos esas dos preocupaciones y nos duele el dolor de los más vulnerables. Y fortaleza para el camino. Y generosidad para ponerla en manos de Dios. Aprendiendo siempre que cuando el Mal aparece con virulencia no hay que mirar a otro lado ni culpar a nadie, sino asumir que algo estamos haciendo mal, hasta el punto que el Mal nos gana y se siente a gusto en nuestro medio. Pero estamos llamados al Bien, por eso recapacitamos y aprendemos, retomamos el camino que Dios nos trazó y plantamos la choza del Bien para que se expanda. Mientras tanto, responsabilidad, austeridad, reflexión, generosidad y pensar en los demás. Cuidándonos para poder cuidar. Y mucho ánimo.