Cuando la capital de Jaén fue un escenario más de la Guerra Civil
Ana Molina relata la crueldad que vivió su familia ochenta años después del inicio del conflicto bélico

“No hay nada que celebrar”. La frase es de Miguel Ángel Valdivia, presidente de la Asociación para la Memoria Histórica de la provincia. La afirmación está justificada: Hoy se cumplen ochenta años del inicio de la Guerra Civil española, la contienda que se extendió hasta 1939 y que dio paso a cuatro décadas de totalitarismo franquista.
La capital aguantó aquel 18 de julio de 1936, tal y como recuerda el máximo representante del colectivo. Que Jaén no cayera en manos de los rebeldes fascistas se debió, básicamente, a dos factores: la suerte y la organización de José Campos Perabá, el entonces alcalde.
Explica Vadivivia que un detalle causó confusión en quienes estaban dispuestos a acabar con el poder legítimo de la capital. “En la comandancia hubo dudas, porque no se tiró un cohete, el aviso para iniciar el ataque”, repasa en declaraciones a Diario JAÉN. Las autoridades armaron a los civiles y, así, se reprimió al bloque fascista. No se consumó el golpe de Estado militar gracias a que el Frente Popular fue solvente. “Huelva, Sevilla, Córdoba y Granada sí cayeron desde el 18 de julio”, puntualiza Valdivia.
Si bien Jaén fue, el primer día de la contienda, un foco de resistencia, el temor de la ciudadanía era inevitable. “Es cierto que no resultó una jornada de numerosas muertes, pero claro que se respiró el miedo”, manifiesta.
La iglesia de La Merced fue refugio, durante unas horas, de partidarios del golpe fascista. “Un grupo de milicianos se trasladó al templo para comprobar qué ocurría. Todos fueron recibidos con tiros. Falleció un camarero que formaba parte de la milicia”, narra Valdivia.
En los días posteriores, el bando fascista sí consumó la toma de la capital jiennense. “El sentimiento republicano fue de rabia y de dolor. Un régimen legítimo caía”, lamenta.
historia. Ana Molina Gil tiene noventa y seis años. Reside en el número 52 de la calle Pozo Ancho de Linares. Le faltaban dos años para llegar a la mayoría de edad cuando estalló la contienda.
Atiende a Diario JAÉN para echar la mirada hacia atrás. Lo ha contado tantas veces que hay un tono de normalidad en cuestiones tan duras como sentimentales. Molina Gil perdió a su padre, Nemesio Molina Teruel, cuando este tenía cuarenta y nueve años. Era electricista. Fue fusilado por sus ideas políticas, el 30 de enero de 1939, en Linares. “Lo detuvieron antes de matarlo”, rememora la linarense. La mujer estuvo casada con Raimundo Francisco Cerezuela Martínez. Su esposo pasó veinte años en prisión. “No pudo tener hijos con él por este motivo”, puntualiza Miguel Ángel Valdivia.
Ana Molina perteneció a las Juventudes Socialistas Unificadas. Es una habitual en los actos que reivindican a los republicanos fallecidos y represaliados por la dictadura de Franco. Hoy, Molina se toma con humor sus problemas auditivos. Todo quedó atrás. Ella nunca trabajó. “Cuando quise, no me dejaron. Ninguna mujer lo hacía”, concluye.