Con África, por África, en África

Belén Portilla, colaboradora de Diario JAÉN, relata su segunda experiencia como cooperante internacional, en el norte de Mozambique, con las misioneras pilarinas

04 dic 2022 / 12:51 H.
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¿Llevarás un traje de novia? La primera vez que estuve en África descubrí que las hermanas tenían uno y que lo prestaban. Regresaba a África con un vestido de novia, pero no pudo llegar. Nuestro jefe de la ONG Valentín Bastante sufrió un cólico nefrítico, le prescribieron no viajar y a su nombre facturamos esa maleta extra de veintitrés kilos con muchísimas medicinas, con todos los zapatos del otro voluntario y con ese vestido de novia que no llegó. No me pregunten por la biografía de ese vestido, porque no me la sé. Y creo que aún no me he presentado. Me llamo Belén y he estado de cooperante en Mozambique desde el 4 de septiembre hasta el día 26, con dos compañeros gracias a la ONG Calma (Cooperación Alternativa Manchega) y a las hermanas pilarinas. El viaje se inició con ese sabor agridulce porque Valentín no podía viajar, el alma y el jefe de este viaje. Y mis compañeros José María Hidalgo quien estuvo veinte y dos días con los mismos zapatos, Cristina Abad y yo fuimos quienes decidimos proseguir este viaje sin él, porque nos esperaban. Sin saber qué otra decisión importante tendríamos que tomar. Todo viaje empieza con la pregunta. “¿Vienes a... Nacala?”. Nacala es la ciudad al norte de Mozambique, con 170.000 habitantes. Es mi quinto viaje como cooperante. ¿Por qué acepté? Porque sé que cuando vuelvo la sensación del tiempo allí es el triple, porque se genera una energía nueva y que hago cientos de fotos y escribo miles de frases para mi memoria, porque creo recuerdos nuevos. Me gusta. Cuando viajo se repiten muchas preguntas que intentaré responder. Son estas: número de vacunas, horas en el avión, pobreza, cuál era mi trabajo, temperatura, idioma, pandemia, cambios vitales y la moneda.

En cuanto a las vacunas diré que me han vacunado para la fiebre tifoidea, el cólera y la polio porque hay rebrote. Y he tomado pastillas diarias para la malaria, con su protector de estómago. En cuanto al resto responderé once horas de avión (cuatro películas) de Lisboa a Maputo. Aún hay mucha pobreza. En Mozambique el norte es pobre. El sur es rico. Es por la cercanía del meridiano. Hay refugiados desde el 2017 por culpa del terrorismo. Mi trabajo ha sido de apoyo, en la guardería dando de comer a los niños desnutridos y jugando con ellos. Manga corta por la mañana y manga larga por la noche. En el proyecto las monjas son colombianas, españolas y mozambiqueñas. Se habla en casa portugués, español y mucho “portuñol”. Y makua en el norte y en Maputo, sangana. La mascarilla allí ya no es obligatoria aunque si nos pidieron para los vuelos el certificado de vacunación. Nos pidieron para volar la certificación de las vacunas. La moneda es el metical, en plural meticales (meticais). ¿Y cambiar? Gano perspectiva y pierdo alguna queja de primer mundo que con el tiempo recupero. Los voluntarios, por lo menos en mi caso, vamos con un tiempo escaso de vacaciones que cuando aprendes la rutina embarcas de nuevo, con la maleta de regreso. Así que mi labor es ser testigo, es escribir sobre un lugar y unos personajes que quiero que conozcan: Mozambique y las hermanas pilarinas.

<i>La autora del relato con una monja pilarina.</i>
La autora del relato con una monja pilarina.

Una compañera de trabajo me preguntó: “¿Llega el dinero a dónde tiene que llegar?”. “Sí”, contesté. “¿Cuánto cuesta el billete? ¿No es más útil mandar ese dinero que ir tú?”. ¡Guau! No es una pregunta baladí. Le contesté que iba por la experiencia. Después de varios días me convencí que mi presencia valiera más que el dinero de esos seis vuelos, de Madrid, Lisboa, Maputo y Nacala con su ida y con su vuelta. Se lo pregunté a la jiennense Hermana Francisca ¿les gusta que vengan voluntarios? Hombre claro. Nos gusta compartir con ellos. Por culpa de un retraso de media hora del primer vuelo nos hizo perder el segundo y cambiar el tercero. ¿Conocen Mozambique? Son veintisiete millones y en 2050 se cree que serán cincuenta millones. País bañado por el océano Índico, antigua colonia portuguesa independizada en 1975. Se dictó la ley 24/20. Qué significaba que los portugueses tenían veinticuatro horas para irse del país con un límite de veinte kilos. Después sufrió una guerra civil de 1977 hasta 1992 y este año celebran ya treinta años continuos de paz.

“País bañado por el océano Índico, antigua colonia portuguesa independizada en 1975, después sufrió una guerra civil de 1977 hasta 1992 y este año celebran ya treinta continuos de paz”

Las hermanas nos recogen en el aeropuerto y allí cambiamos la moneda un euro son 0,64 “meticais”, catorce días después, el cambio está a 0.60, esa inestabilidad financiera tiene el país. Maputo para mí es el internado de las hermanas pilarinas. ¿Las conocen? La fundadora es la beata María del Pilar Izquierdo. Tienen la casa madre en Logroño. Son 250 Hermanas misioneras repartidas en México, Colombia, Venezuela, Mozambique y Vietnam. La mayoría tiene formación en el área sanitaria. El internado lo forman 44 chicas de edades entre siete y dieciocho años en el que sí tienen familia, pero con dificultades económicas para que continúen estudiando. En el jardín tienen dos figuras de ninjas de cerámica y la Virgen de Fátima debajo de un granado. Y las hermanas me cuentan que todos tienen una labor exitosa de protección. En Maputo conocemos al padre salesiano Francisco Pescador, madrileño de Alcorcón de nacimiento (1975, tiene 47 años), pero que su madre era de Torreperogil y allí ha pasado siempre sus veranos. Así que le exijo permiso obligatorio para escribir sobre él en el periódico y me lo da. Me cuenta que su padre trabajó toda su vida como mecánico de escaleras mecánicas. Entre broma y broma nos dice que la mitad de la vida misionera es hacer papeles. Nos cuenta que es rara la semana, que la ciudad no sufra un corte de luz. El primer día que llegó a África la asombró ver trabajar la gente en la “lixeira” (es un vertedero gigante y humeante cerca del aeropuerto). Y que todo tuviera rejas. La seguridad con metralletas. Y la relación entre chica y chico y cómo estaba asumido el pegar a la mujer y el ser infiel. Y también sorprendió las muestras de cariño, por ejemplo, que los chicos van de la mano, en señal de amistad por la calle.

<i>Con la comunidad de Nacala.</i>
Con la comunidad de Nacala.

De repente nos llegan las noticias de un atentado terrorista posiblemente yihadista, en el norte. Es nuestra segunda decisión del viaje. ¿Nos quedamos en Maputo o seguimos? Toda una misión ha sido quemada por los terroristas. La misionera italiana hermana María de Coppi de la orden de los combonianos ha sido asesinada, de un disparo, la noche del martes 6 de septiembre de 2022. Tenía 83 años y llevaba cuarenta años viviendo en Mozambique. La embajada no ha emitido ningún aviso y después de hablar con las hermanas y con el obispo, don Alberto Vera, nos tranquilizan y decidimos poner rumbo, hacia el norte del país. Y también acordamos entre nosotros no comunicar nada a las familias para que no se asusten. En ese momento dudé de esa decisión. Tenía más nervios que miedo. Llegamos a Nacala y la voluntaria Cristina pregunta a las hermanas ¿Tienen miedo? Ellas contestan que lo que sienten es tristeza. Allí el proyecto de Nacala tiene tres áreas de trabajo: sanidad, educación y alimentación. En el ambulatorio se atienden a cincuenta consultas diarias con: malaria, quemaduras, sífilis... En la escuela para pequeños, “escolinha”, estudian 160 niños de edades de cuatro a siete años.

Y en la pequeña guardería se asiste a veinte a treinta niños desnutridos. También cada quince días se da comida gratis para personas de la calle. Más de treinta personas trabajan a diario, contando a los profesores, las Hermanas, los cuidadores, los enfermeros, los horticultores, los guardas... Y yo que me he sentido también parte de esa comunidad por el buen ambiente que existe. El proyecto de las hermanas de Nacala nació hace treinta años justo después de la guerra civil cuando acuciaba mucho la pobreza. Nos cuentan que veían a muchos niños deambular solos por la calle. También nos narran que cuando se estaba construyendo el centro, tuvieron que enseñarles a los albañiles cómo se usaba el cuarto de baño. La hermana Berenice me cuenta que al principio las personas se acercaban y le pasaban el dedo por su piel blanca y se miraban el dedo después para comprobar que no desteñía. La hermana dice que ella hacía lo mismo. Y que para aprender makua, se tocaba la nariz y después a la otra persona. Y que así aprendió su lengua, tocando y señalando.

<i>Niños de Nacala.</i>
Niños de Nacala.

He escrito en mi diario: “Todos los días me repito. Estoy en África. Es que estoy aquí. Y un atentado lejos de aquí, a cien kilómetros pero a tres días en coche. Había militares en la misa funeral de la hermana. Nos recomiendan ‘salir lo menos’. Es la consigna dada a las Hermanas. También les preguntan si han tomado medidas extraordinarias tras el atentado. Se sonríen. No tienen medidas extraordinarias”. No he pasado peligro, pero cuando hemos salido siempre hemos estado acompañados. En Nacala hay pocos blancos, y por defecto creen que somos ricos. Las tiendas pequeñas tienen rejas. Y en las más grandes tipo supermercado, en la puerta hay una persona de seguridad con un rifle y otra que comprueba que tu factura concuerde con lo que llevas en la bolsa. El sur es rico, Maputo es rico, pero en el norte no. La gente no está registrada; si un niño muere en horas nada más nacer no se registra, ni se le conoce. Incredulidad, decisiones, tristeza, y alegría... en veinte días nos pasa de todo. ¿Cómo es un día allí? El día empieza a las seis de la mañana. Oigo los cuervos, el rezo de las hermanas y huelo a hoguera porque la poca basura que no se aprovecha para la “machamba” (huerta más corral con cerdos y pollitos) se quema. La ducha solo tiene un botón, no hay agua caliente. En el desayuno tomamos pan, cereales, mantequilla, café y leche en polvo. No me pongo colonia porque no quiero atraer a los mosquitos.

“La gente no está registrada; si un niño muere en horas nada más nacer no se registra, ni se le conoce”

<i>Edificios de Nacala, con techumbres al aire libre que resguardan del sol.</i>
Edificios de Nacala, con techumbres al aire libre que resguardan del sol.

Y empezamos el trabajo con los niños desnutridos, casi treinta niños de uno a tres años. El objetivo laboral es lograr que un niño se tome la papilla porque los hay tragones, pero los hay también enfermos y les cuesta comer. Un signo de desnutrición es que los niños pierden la sonrisa y el pelo les empieza a salir blanco, cano. Salimos al patio a jugar con ellos (Faustino, Fátima, Milton, Luçia, Marçia, Sifa, Diana, Carla...) y entonces tienes que conseguir tres miradas alegres y dos risas con cosquillas. Pero la sensación no es de tristeza. Y sí porque, en ocasiones tomé en mis brazos a la niña la más desnutrida y su piel la confundí, con el tacto de la tela. Los niños del colegio (escolinha) de edades de cuatro a siete años, nos saludan con mucha alegría. Son 160 y se creen que soy monja, entonces gritan en portugués ¡Irmã! (hermana). Choco los cinco con ellos y les doy los buenos días y sonríen y siguen gritando ¡Irmã!. Empiezo con 160 alegrías todos los días. A las 12:30 horas suena la campana para acudir a comer. El agua que bebemos viene de un grifo especial en la cocina, tratada y que conecta con un pozo. La tarde empieza cuando llega Faustino y trabaja con la máquina de coser, con los uniformes de los niños de la “escolinha”: Nosotros seguimos trabajando para la ONG, entregando material donado y visitando otras comunidades y proyectos. Por ejemplo, gracias a la ONG a las madres de los desnutridos recibieron un donativo de un saco de maíz, una pastilla de jabón y una lata de leche en polvo. Con un pitido sabemos que vuelve la luz que ya se había ido. Suele ser los domingos, que se va y luego en unas horas vuelve.

“El agua que bebemos viene de un grifo especial en la cocina, tratada y que conecta con un pozo”

Cenamos a las 19:30 horas. Disfrutamos de un momento de comunidad o hablando o escribiendo. Y sobre las 22:00 horas nos acostamos. Dormimos con mosquiteras todos los días. Tensas y rociadas de repelente y con la puerta del baño cerrada para que no entren más mosquitos. Así termina el día. En la mesa y durante las comidas se generan preguntas. ¿Qué pasa...?, ¿es así...?, ¿cómo...?, y nuestras impresiones, ¿en serio? ¡Qué pena! ¡Qué labor! ¡Qué barbaridad! Y escucho esas historias que sé que escucho cuando viajo y que me sobrecogen que no entiendo pero que allí ocurren. Los hilos de sutura en el hospital los roban los propios trabajadores y los venden a los pacientes, por necesidad. Y que una mujer dio a luz y le dejaron la placenta dentro y las hermanas la cuidaron allí, en el proyecto, hasta que se curó. El voluntario Chema que es enfermero y trabaja en el ambulatorio nos cuenta que ha enseñado a una niña de catorce años que acaba de ser madre, cómo dar de mamar. Miramos la foto y parece aún más joven. La hermana Berenice me cuenta que cuando nace una persona makua, la tradición es que eligen el espíritu de un antepasado que marcará la vida del niño. Creen en hechiceros. Y por eso algunos niños que vienen con cuerdas negras en las muñecas, fruto de algún hechizo.

Llevo la camiseta de la ONG y cada día me gusta más llevarla. Es una camiseta llena de color amarillo, donativos y costuras. Es un regalo poder llevarla. Visité África hace cuatro años, en el 2018 y la colaboración de la ONG aquí se inició con la construcción de depósitos para el agua. Porque aquí cae rápido y fuerte. Y vuelvo y veo los resultados en estos cuatro años del trabajo de la ONG. Hay quince jóvenes becados para estudiar técnico de medicina, técnico de enfermería gestión portuaria, física...

<i>Belén, en el corral de pollitos.</i>
Belén, en el corral de pollitos.

Hay un nuevo proyecto en marcha de pollitos. Consiste en que se le da formación a varias familias y cien pollitos y un saco de cereales o maíz. La familia se encarga de construir el corral. ¿Qué ha ocurrido? Que hay familias que duermen en el corral porque los propios de la comunidad se los roban. Que hay familias que se han comido los pollitos nada más crecer o los han regalado, porque no han entendido en qué consistía el proyecto, a pesar de la formación recibida. Pero sí existen otras familias que al mes han podido vender esos pollitos, creando una fuente nueva de ayuda económica. La hermana cuenta que ella les anima: tenéis que decir ¡tengo los mejores pollos del mundo! Hay un nuevo kiosco para la espera de la consulta médica. Hay una nueva fuente de agua de la que han robado ya dos veces el grifo. Hay una nueva sombra, un techado en la parte de atrás de la casa. Hay nuevos azulejos blancos en todo el patio. Hay un camión nuevo para llevar a la gente, mucha ilusión y todo tipo de cosas.

Y por eso también me ha gustado llevar una camiseta del Diario JAÉN, llena de letras, de emociones y de lectores. La hermana Berenice me cuenta que existe la pobreza intelectual y la pobreza moral. Y después existe la miseria. “Se tiene que invertir en formación. Es la solución”, me dice. ¿Por qué ser voluntario? Veo en ellos, algo que tendré, que he tenido y que tengo y es la necesidad de ser vistos. Y que sean vistos por el resto. Creo por eso venimos aquí. Al llegar hablamos de comidas favoritas y yo conté a las hermanas que es tradición el día de mi cumpleaños comer los macarrones con chorizo. A los días los comemos. Y la hermana Francisca, me dice los he hecho por ti, como en España. Con ese gesto tan sencillo me muestran su generosidad.

“La hermana Berenice me cuenta que existe la pobreza intelectual y la pobreza moral”

Ser voluntaria significa siempre estar atenta a ayudar, es sonreír, es estar preparada porque en cualquier momento hay que salir de improviso a comprar con el camión o pan, o sacos de arroz o ir algún lugar. Es llevar el móvil cargado al máximo de la batería. Y no hablar demasiado. Y tomar fotos para España, para realizar la labor de testimonio. Valentín desde España nos ayuda. Es fácil perder la cabeza. Olvidar el objetivo del viaje. Mantener los pies en el suelo. Porque tienes que trabajar y compaginar con tantas emociones que vives, que no es fácil a veces porque puedes irte a la tristeza. En Mozambique se habla portugués y en el norte la lengua makua por tres millones y medio de personas. Y del makua este año he aprendido más palabras y frases para hablar más, con más gente. Me llamo Belén (In sina naca Belén). Hola (Salama). ¿Cómo estás? (Eijalí). Adiós (Vacamelo). Gracias (Kuxukurela).

Cuando me preguntan por la experiencia mi discurso que más repito es: vengo admirada de la labor de las monjas que he conocido, hay mucha pobreza, pero hay mucha ayuda, es una sensación de empate. Pero casi nunca hablo de su sentido del humor. Nos hemos reído mucho. Tienen un cinturón que son tres nudos que representan sus votos, la obediencia, la pobreza y la castidad. La hermana me cuenta en broma que el que más le cuesta es el de la obediencia por eso lo lleva atado a la cintura. Otra sensación que vives allí es la música. Es en misa cuando ves bailes, oyes voces, el tambor y tiene casi presencia física, casi se convierte en un objeto. En misa se canta el cumpleaños feliz, si alguien cumple años ese día. Aun sin el traje de novia hemos traído seis ordenadores, cientos de mascarillas, setecientos globos de colores y trescientas gafas de ver y algunas de sol, que necesitan los albinos. No sé si saben, pero las personas albinas en África las secuestran y asesinan porque las consideran mágicas y las usan para rituales. El caso es que después las hermanas clasificarán las gafas por graduación. La hermana Berenice nos dice: “Vienen aquí a buscar ojos”.

<i>Mozambiqueños de Nacala.</i>
Mozambiqueños de Nacala.

Apunto si hago una tercera maleta para África cosas que traer: el traje de novia va en mi maleta, pimentón picante, aceite de Jaén. Para la hermana Francisca aceitunas de cornezuelo. El sábado 10 de septiembre, después de la misa, vinieron las hermanas con un niño que se había perdido. De nombre Germano. Entre cuatro y siete años. Nos cuentan que les pasa a veces. Que en ocasiones también se entrega a la policía. Germano tosía y las hermanas le dieron medicina, un baño, ropa nueva y durmió con Cristina y conmigo en el cuarto. Al día siguiente en la misa del domingo, en el momento de los avisos, subieron al escenario y auparon al niño para que lo viéramos por si alguien le conocía. A las dos horas pasó su tío a recogerlo. En este viaje las diarreas han recaído en un solo voluntario Chema, que es todo un detalle que él en nombre de todos haya adquirido todo los males estomacales. Yo, esta vez, me he librado. ¿Qué me ha asombrado de mi segundo viaje? Las misiones encabezadas por hermanas y padres extranjeros están envejeciendo y el relevo generacional aún no está preparado. ¿Qué va a pasar? Y la luz del atardecer. Como si quisiera el cielo naranja terminar incendiando el día, dejando el cielo limpio para la luna. También me ha impresionado los zapatos que veo. Veo los pies de los niños de la “escolinha” y casi ninguno lleva calcetines, llevan chanclas, botas sin calcetines, sandalias, zapatillas de felpa...

“Las misiones encabezadas por hermanas y padres extranjeros están envejeciendo y el relevo generacional aún no está preparado”

Los niños se fijan en el lunar negro de mi brazo derecho. Y en el tatuaje en el brazo de Chema, un tigre a color, y se ríen y se asustan, porque los más pequeños preguntan: “¿Va a salir de allí?”. Tres desconocidos me han pedido hacerse una foto conmigo por ser una persona blanca. Accedí como si fuera una estrella de cine. La curiosidad por nuestra piel es mutua. Anxa, una trabajadora, me pide que me corte el pelo para que se lo ponga como postizo, aquí se llaman mechas. Bromeo con ella y le digo que se quedaría con mi personalidad. También me pide mis gafas. Se las presto y no ve bien y nos reímos. Chema, el voluntario, junto con Valentín participan en España en una asociación en contra de la trata de seres humanos, puesto que Ciudad Real es la segunda provincia de España con más prostitución, al ser zona de paso. Y preguntamos sobre la prostitución en Nacala. Nos cuentan que los casamientos prematuros aquí no es prostitución, es cultural. Si un hombre entra en una casa y hay una mujer, hace lo que tiene hacer y ya. Aquí la prostitución no existe o sí existe. La cultura, el contexto, así hay que pensar, dicen. Y que cuando las niñas tienen pecho los padres le dicen que tiene que emanciparse. Que no estén solo allí para comer. Una niña con doce, trece, catorce años, ¿dónde va a ir? Si no tiene conciencia. Busca un hombre. Suele ser mayor. Y busca que le dé ropa y comida. Así es. Tienen los ojos cerrados las chicas, nos cuentan.

<i>Hora de la comida de los niños del proyecto en Nacala.</i>
Hora de la comida de los niños del proyecto en Nacala.

Cuando les llega la primera menstruación se celebra un rito de iniciación. Es un rito lleno de música y danza. Y allí se le dice que la mujer tiene que ser sumisa en todo con el hombre. Si la pega tiene que dejarse. La abuela o tía cercana le cuenta que con la menstruación no puede jugar de cualquier manera y que puede quedar embarazada. Hablamos también de la muerte. La hermana Berenice nos dice que los misioneros se entierran aquí donde viven. Me dice que a su familia de Medellín les ha dicho que no anden luego, con el jaleo (“barulho” en portugués). Que la entierren bajo un árbol y así sirva. La hermana Berenice mastica con nosotros una frase: “Cada vez creo más en la ley de la insignificancia”. La hermana Berenice tiene un sueño y es que los niños de los barrios pobres puedan jugar, tener columpios y que se diviertan. El domingo 18 de septiembre nos invita a café el obispo, don Alberto Vera, que es de Logroño. En el anterior viaje también tuve la oportunidad de hablar con él. Y me gusta lo cercano que es y su conocimiento de Mozambique. Nos cuenta que el atentado del día, en el que asesinaron a la hermana italiana ha causado 30.000 refugiados. Le gustaría que se impartieran más cursos de oficios, de peluquería, de corte y confección, de fontanería, de cocina... para que después se pueda empezar a trabaja. Cree que el hambre puede acabar. La hermana Custodia es mozambiqueña del sur. Y lo que más le sorprendió de su estancia en España es que los árboles no tenían hojas. Y preguntó: “¿Por qué no tienen hojas los árboles? Por qué aquí hay cuatro estaciones y son de hoja caduca. “Ya, ya. Lo había estudiado pero no es lo mismo observarlo”, me cuenta.

Con África, por África, en África

“La Hermana Francisca de Asís Caño Hidalgo me cuenta que ella y sus hermanos se criaron en Beas de Segura”

Entrevisto a la hermana Francisca de Asís Caño Hidalgo, porque este artículo de raíces jienenses en Mozambique necesita las palabras de la hermana Francisca, cuya madre era de Úbeda y su padre profesor de Torreperogil. Me cuenta que ella y sus hermanos se criaron en Beas de Segura. Nació en 1951 (71 años). Ella es la segunda de ocho hermanos. Le preguntó si es feliz aquí. Me responde que sí y que en cualquier sitio también lo sería. Y que solo ha visitado una vez Jaén capital y fue cuando era pequeña, porque su padre tenía que ir al médico y que visitó la Catedral. Me dice: “He visto mucha pobreza Belén. He trabajado como enfermera y he visto de heridas manar gusanos”. Y que aprendió el portugués del pueblo por eso habla “portuñol” y también leyendo la Biblia. Chema me ayuda en más preguntas a la hermana. ¿Es más creyente que con veinte años? “Sí, porque veo la obra de Dios. Hace maravillas”. Va hilando la vida de unas personas con otras. Nos cuenta que la mayor satisfacción es haber visto que una niña de once años analfabeta de casualidad trajo a su primo desnutrido y que, con la ayuda de las hermanas y su tesón, ha conseguido ser técnica de medicina.

En ningún momento se ha sentido separada de su familia. Porque ella sintió la llamada por Dios, pero también nos cuenta qué fácil no es, siempre cuesta. A los veintidós años postuló. De Nacala nos cuenta que le gustan los atardeceres rojos y ver crecer a la luna al revés que en España”. Tengo escrito en mi diario: “No sé sabe qué va a pasar en Mozambique. Si crecerá o se caerá pero claro siempre hablo yo desde un bolígrafo azul europeo, en un cuaderno de hojas blancas. Es un viaje de miradas, mi mirada. El mirar al otro. Mis gafas que no puedo prestar. Las gafas que dejamos que las hermanas que darán a quienes buscan ojos. Las niñas que obligan a casarse y que aún tienen los ojos cerrados. La hermana Leonor le dice a Chema que no hable de lo que va a echar de menos, porque sino nos va a hacer llorar a todos. Solo puedo decir gracias a la ONG, a mis compañeros, a Valentín y gracias a las hermanas pilarinas. Y ni usando más idiomas cabe mi agradecimiento: en español, “gracias”; “obrigado”, en portugués; “kanimambo, en sangana; “kuxukurela” en makua. Gracias y perdón por no escribir más nombres conocidos: Alberto, Albertina, Berenice, Carmen, Custodia, Domingas, Flora, Franciscaca, Inés, Leonor, María, Olinda, Paco, Palmira, Teresa,,.

Jaén