Cárcel y camino (I): Entrenamiento hacia la reinserción de presos
Internos, funcionarios y la Pastoral del Centro Penitenciario relatan la experiencia de su peregrinación



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Se llaman Juanma, Pedro, Manuel, Víctor y José Diego. Son internos del Centro Penitenciario de Jaén. Cumplen condenas por circunstancias de la vida que los llevaron a pasar los soles y las lunas entre rejas durante una de las etapas de su trayectoria más importantes, en plena juventud, algunos padres de familia, otros con pretensiones de serlo y con el sueño de la libertad como expresión común. Los cinco son protagonistas de un serial de reportajes, titulado “Cárcel y Camino”, a través del que relatan, en primera persona, una experiencia única: su peregrinación a Santiago de Compostela. Se trata de auténticos “privilegiados” que, como recompensa a su excelente conducta, se vieron inmiscuidos, en los prolegómenos del otoño, en un programa de reinserción con el que se ven obligados a pellizcarse para bajar al terreno y comprobar que no fue un sueño.
Este es el primer reportaje, de tres, que Diario JAÉN publicará entre hoy y el sábado, un trabajo periodístico que requirió la autorización expresa de Instituciones Penitenciarias para entrar en la prisión jiennense y recabar los testimonios de quienes se prestaron para normalizar la cárcel ante la sociedad. No sólo la población reclusa diana de este proyecto habla en las páginas de este periódico, sino también la subdirectora de Tratamiento, Cristina García, el capellán, José Rodríguez, así como funcionarios de prisiones y voluntarios que aparecerán en un serial que tendrá apoyo audiovisual en www.diariojaen.es.
Fue en el Año Jubilar de la Misericordia cuando la Pastoral Penitenciaria de España ideó organizar un camino hacia Santiago de Compostela con todas las cárceles del país. El sacerdote José Rodríguez planteó la posibilidad de hacer extensible la propuesta a la provincia jiennense y, una vez que los directivos estudiaron y analizaron en profundidad las ventajas y los inconvenientes, vieron que la balanza se inclinó hacia lo positivo y, sin dudarlo, pusieron en marcha la iniciativa.
No fue fácil. Primero hubo que elegir a los internos y, después, programar actividades de senderismo propiciadas para el entrenamiento. Valdeazores, Zuheros, Moclín y Bélmez de la Moraleda fueron los destinos de esas cuatro salidas al exterior en las que los presos tuvieron la posibilidad de saborear la libertad y, en todos los casos, andar por el campo, reflexionar al aire libre, rezar, pensar, convivir e integrarse en el paisaje jiennense sin notar miradas extrañas. La experiencia fue para vivirla y los cinco entrevistados por este periódico lloran cada vez que la recuerdan. Están agradecidos a quienes hicieron posible este sueño que vieron convertido en realidad y coinciden en señalar que la peregrinación que llegó después, en la que la lluvia les hizo pasar las de Caín, fue el verdadero camino hacia la reinserción.
Entre el 30 de septiembre y el 6 de octubre transcurrió el Camino de Santiago, una vivencia espiritual para los reclusos y, a la misma vez, una valiosa oportunidad para coger las riendas de su vida con esperanza y fe. La Pastoral Penitenciaria reafirmó, de esta manera, su compromiso de apoyar a los más vulnerables, brindando un espacio para la reflexión a través de la peregrinación.
El camino comenzó en Sarria, con paradas en Portomarín, Palas del Rey, Arzúa y O Pedrouzo hasta llegar a Santiago de Compostela. Cuentan que, en el recorrido, el grupo pudo pensar sobre lo que supone iniciar un viaje hacia el interior de uno mismo, pasando por las dificultades que siempre aparecen en la vida, los miedos que a veces atenazan y así alcanzar a reconocer las piedras materiales y espirituales que llenan la mochila y hay que soltar.
La jornada empezaba temprano, a las seis de la mañana, con la salida de etapa en etapa, a veces con una lluvia persistente que tras seis horas adentraba a la población reclusa en dificultades con las que se topa el ser humano a diario. Al amanecer el grupo realizaba una parada en alguno de los claros del bosque gallego o en una de las hermosas ermitas románicas del camino, para realizar una oración. Seguía la parada para el bocadillo de media mañana en parajes llenos de verdor y ríos o en zonas de cobijo de la lluvia y así hasta el destino al que solían llegar al almuerzo. Tras la comida y un breve descanso, programaron alguna visita a algún lugar emblemático del entorno y, por la tarde, de nuevo otro momento de recogida de la experiencia del día en clima de reflexión y meditación.
La charla amiga y distendida durante las largas horas de camino y convivencia posterior sembraron de luz las incertidumbres de los reclusos de la prisión jiennense y, a la vez, sirvieron de reflexión para quienes acompañaron su camino personal en la importancia de acompañar a estos jóvenes por la Iglesia diocesana en su Pastoral Penitenciaria. La actividad reunió a más de doscientos participantes de trece centros penitenciarios de toda España, incluyendo reclusos, funcionarios, capellanes y voluntarios. Cada cárcel eligió un camino, pero para todas la meta fue la misma: llegar hasta el Apóstol Santiago.
Es el tercer año que ocurre algo así fuera de las rejas de la prisión jiennense, donde catorce internos tuvieron la oportunidad de soñar estando despiertos. Se sintieron integrados en la sociedad y, por supuesto, todos coinciden en señalar que la mochila regresa cargada de momentos inolvidables, los que les ayudarán a valorar lo que tienen y a apartar lo que les hace daño. Nada más y nada menos.
“Perder la visión en el campo ayuda a la reinserción social”

Cristina García, subdirectora de Tratamiento, abrió las puertas del Centro Penitenciario de Jaén, después de los permisos pertinentes, para que los jiennenses tengan la oportunidad de conocer una pincelada de los programas que se realizan entre rejas para conseguir la reinserción. En la Biblioteca, el lugar en el que los internos asisten a clase habitualmente, se realizaron parte de las entrevistas incluidas en este reportaje sobre una iniciativa que camina hacia el éxito de la consolidación. Hasta el momento, el balance es más que positivo. Da fe una de las personas que más lucha, en el interior de la cárcel, para que los tratamientos que imparte Instituciones Penitenciarias surtan el efecto buscado.
Cuenta Cristina García que fue la Pastoral Penitenciaria la que presentó el proyecto del “Camino de Santiago” hace tres años, cuando era subdirectora Virginia Gómez. No fue fácil conseguir su aprobación. Hubo que pedir autorizaciones a la central de Instituciones Penitenciarias en Madrid y, una vez superados todos los trámites burocráticos, fue necesaria una planificación de salidas al exterior con los internos participantes con una finalidad: el entrenamiento. “Vimos que este programa ya se había hecho en otros centros, por lo que no tuvimos duda alguna en implantarlo en Jaén, lo pasamos por Junta de Tratamiento, lo aprobamos y empezamos funcionar”, expone. Apunta que son catorce los presos que han podido vivir la experiencia a lo largo de los tres años.
“Es una vivencia única para los participantes, porque les permite salir del Centro Penitenciario, estar en libertad durante unas horas y, cuando hacen el camino, convivir con los funcionarios”, subraya Cristina García, quien asegura que hizo una ruta de senderismo con ellos y la volvería a repetir una y mil veces. “El estar con ellos fuera de aquí, mirar y que se pierda la visión en el campo es muy bonito, satisfactorio e importante en el camino de la reinserción”, dice.
La subdirectora de Tratamiento indica que son muchos los objetivos que se persiguen, entre los que destaca la búsqueda de la autonomía: “Es importante que aprendan a gestionar sus cosas”, apunta. Aparte del Camino de Santiago, informa de que, este año, por primera vez se hizo también una excursión a Lourdes: “Las dos experiencias son muy positivas”, agrega.
Tanto en los módulos de respeto como en los terapéuticos y educativos, la Dirección marca un itinerario de actividades de tratamiento a lo largo del periodo que cada interno está obligado a cumplir. Van en función de la tipología delictiva o de las carencias y necesidades detectadas, de tal forma que los profesionales ofertan y ellos, de manera voluntaria, los realizan. Hay rechazo, pero el porcentaje es prácticamente anecdótico. El “no” suele darse en una etapa del cumplimiento de la condena inicial, pero luego van cambiando de actitud y los presos eligen su momento para comenzar el camino de la reinserción social. “No tenemos todos los recursos que nos gustaría para lograr nuestro propósito”, matiza Cristina García, que apunta que, en la actualidad, hay alrededor de 500 internos presenciales y 100 telemáticos, entre terceros grados y libertades condicionales. Un trabajo apasionante.
“Soy el buen samaritano que se baja de su cabalgadura para curar las heridas de otros”

Su vida merece estar compilada en un libro. Nada más hablar con él, reconforta. Es un manantial de bondad, una fuente de la que emanan valores y un auténtico médico del alma con sobrada capacidad para curar los males que atentan contra la humanidad. José González Rodríguez, capellán del Centro Penitenciario, fue el impulsor en Jaén de la Peregrinación a Santiago de Compostela. Lo hizo hace tres años, a través de la Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española, y continuará hasta que el cuerpo aguante.
En la capital ha desarrollado, hasta el momento, la mayor parte de su vida sacerdotal. Llegó a Jaén en 1978 y, después de pasar por Granada, Roma, Antequera, Córdoba y Sevilla, los jiennenses tienen la suerte de contar entre sus paisanos con “Pepe el cura”, como es conocido dentro y fuera de la Fundación don Bosco. Con el anterior capellán de la cárcel, José Luis Cejudo, entró en un mundo que, en ese momento, era desconocido para él y en el que decidió quedarse para ayudar a quienes están necesitados de una comunicación profunda. “He descubierto muchas cosas en estos nueve años. Una de ellas, que me he sentido y encontrado más salesiano que nunca. Tiene su peso la razón, porque Don Bosco empezó en la cárcel cuando vio lo que había allí. Cambió el sistema represivo por el preventivo, es decir, hay que evitar que entren. Como sacerdote me he sentido muy sacerdote. La cárcel me ha llegado al final de mi vida y doy las gracias a Dios por este premio”, relata.
José González se considera el “amigo”, el “acompañante”... “Soy el buen samaritano que se baja de su cabalgadura para ponerse a curar las heridas de los otros”, subraya. Nunca llega a superar la decepción que supone ver el regreso de internos a la cárcel después de conseguir su libertad. “Eso es lo que peor llevo”, apunta. ¿Cuál es el problema que tiene esta sociedad? Responde: “La falta de humanidad, el que no nos tratemos como personas. Hoy en día se le da tanta importancia a un animal que a una persona y a mí me duele mucho eso”. Comenta que los reclusos que salen y vuelven a entrar lo hacen porque lo tienen muy difícil fuera: “Por desgracia, yo todavía escucho: ‘Déjalo allí que se pudra’”. ¿Es posible la reinserción? “Siempre hay una cuerda sensible, pero alguien tiene que tocarla. Eso decía Don Bosco”, responde. Eso sí, dice abiertamente: “No creo en el sistema penitenciario que hay ahora mismo, porque sigue siendo de castigo”. Puntualiza: “Hay muchos funcionarios que son auténticos profesionales, que tienen una humanidad para descubrirse y que luchan por dar ese carácter de humanidad, pero el sistema no funciona, porque no se cree en la persona”. Consciente de que sus palabras pueden herir sensibilidades, el sacerdote salesiano hace un llamamiento a la reflexión: “Hay casos de gente que no quiere salir de la cárcel”.
Los martes, jueves, sábados y domingos están reservados en su agenda para atender a los internos del Centro Penitenciario de Jaén, donde se siente muy querido y respetado. Tiene 74 años, seis “stent” en su corazón, ha superado dos infartos y, sin embargo, su mejor medicina es hacer el Camino de Santiago con los internos de prisión. Califica la experiencia de “vital”. Dice: “Es como cuando hago los ejercicios espirituales, que me encuentro conmigo y me lleno de luz, paz y humanidad”. Todos los años encuentra anécdotas de las que estremecen: “Este año me la ha dado José Diego, que no se ha apartado de mí ni un momento y me empujaba en las cuestas”. El sacerdote tiene claro lo que significa el camino: “Es la manera de plantearse seriamente su vida. Todo el mundo debería hacerlo, porque tiene magia. Hasta en el momento más inesperado te encuentras cosas maravillosas”. Ahí se demuestra la calidad humana: “Las rejas los embrutecen”, resalta José Rodríguez. Da las gracias a Caixabank por la aportación económica para hacer posible este proyecto, a todos los participantes en la iniciativa, incluidos los funcionarios, a las familias de los internos por su apoyo y, sobre todo, a la población reclusa. “Procurad que la cárcel no os haga fieras”, decía Don Bosco. Amén.