Un privilegio para los sentidos
Monumentales quejigos, centenarias encinas y una explosión de vegetación multicolor sirven de paisaje en un entorno en el que blanqueadas cortijadas dejaron hace tiempo de ser la residencia habitual de decenas de lugareños. Animales salvajes completan una imagen única y desconocida




Ver, oler, oír, saborear y sentir. Los cinco sentidos tienen un lugar privilegiado en las entrañas de la Sierra Sur. Hay inmejorables paisajes para la vista, una excelente mezcla de vegetación para deleitar el olfato, el silencio más añorado para el oído, los mejores sabores de la tierra para el gusto y la fresca agua de naturales manantiales para el tacto. El camino hasta llegar al cortijo Periche ofrece todo tipo de encantos. Enclavado en el término municipal de Valdepeñas de Jaén y muy próximo a Frailes, las cortijadas que en su día eran un hervidero de familias forman parte de una imagen digna de inmortalizar en el recuerdo. Queda alguna habitada, como Cuevalayedra. Las demás son establos para el ganado o residencias de verano.
Allí donde nació Juan José Cano hay monumentales quejigos, encinas centenarias y una biodiversidad espléndida. Buitres, cabras montesas, jabalíes... De todo. Blas Prieto, Francisco Revueltas y Rafael Barranco, habituales en estos recónditos lugares, coinciden en señalar que otoño es la mejor estación para visitar un lugar sin explotar. Tierra de santeros y Ruta de los Milagros, es camino de peregrinación para quienes veneran al Santo Custodio. “El Gorila” aprovecha esas concurridas mañanas de mujeres andando por la sierra para entablar conversación.
Encontrarse con alguien en el camino es harto difícil. La única persona que, en una mañana de domingo, pasea por el carril que arregló “Periche” es Luis Zafra. Fue en busca de él para preguntarle por un borrego que perdió hace diez días. “Conmigo está”, le contesta José. Nadie más se avista en el paraje. De vez en cuando lo visitan los amigos. Acostumbraba a organizar un día de campo al año en la ladera que sirve de patio de su casa. Otro privilegio para la vista. Un paisaje multicolor con Sierra Nevada como telón de fondo. Dejó de hacerlo aquel día en que entraron a robar en su vivienda. “Se llevaron siete mil ‘eros’ que tenía guardados debajo de un colchón y cinco escopetas que eran cinco flores”, lamenta. Se le encienden los ojos cada vez que recuerda aquel episodio. Fue un asalto a su intimidad.
No es que José “Periche” no haya salido nunca del lugar en el que nació. Hizo el servicio militar en Málaga y conoció la playa. Lo cuenta como si hubiera sido ayer mismo. Es habitual que cuando entabla cierta amistad con alguien, le proponga ir a Fuengirola. “Lo más que me voy es un día”, dice. Hubo una ocasión en la que, cuando vivía con su madre, los Servicios Sociales le recomendaron cambiar su residencia a Frailes, donde tiene una casa necesitada de una profunda reforma. Poco aguantaron en el pueblo. Regresaron a sus orígenes en cuanto pudieron, un lugar al que está enganchado y en el que teme morir en soledad.