La huella de “Paco, el alcalde”
El quesadeño Francisco Zamora Ceballos, vicepresidente de la entidad, recibió al grupo

De alguien que a los veintiún años ya dirigía una empresa, a los veintitrés era alcalde socialista de su pueblo, a los cuarenta vicepresidente de la Diputación —en la foto de hoy posa rodeado de alumnos y profesores de un centro escolar de su pueblo, de visita al edificio de la Plaza de San Francisco— y que a los cuarenta y tres tuvo la madurez suficiente como para abandonar la política y volver a su actividad primera sin que le temblara el pulso, se pueden decir muchas cosas. Basta tirar de hemeroteca y refrescar una vertiginosa trayectoria pública que soporta perfectamente el paso del tiempo. Ahí están, como ejemplos de su trabajo, las bases del que luego sería el gran museo quesadeño dedicado al pintor Zabaleta, quizá su logro más emblemático, sin olvidar otros de menor repercusión mediática pero inolvidables para quienes, en aquellos tiempos, solo bebían agua y se duchaban después de darse una paliza de metros para abastecerse de un bien tan básico. Sí, Francisco Zamora, en su época de alcalde, dotó a las aldeas quesadeñas de potabilidad y, con ella, de la dignidad que, hasta entonces, les brillaba por su ausencia, y ese rastro de coraje político lo acompaña como la mejor sombra nacida de hombre alguno.
Harían falta muchas páginas como esta para dar noticia de una labor intachable que Zamora reduce a un poético triunfo: el de elevar al regidor de su pueblo al entrañable título de “Paco, el alcalde”, sin el lastre protocolario que, en su opinión, no imponía sino distancia con sus vecinos. Un cambio de estilo que muchos siglos atrás hubiese inspirado al mismísimo Tao Zi cuando expresó aquello de que “nada hay más valioso que un despacho municipal en la plaza de su aldea”.
No descansa el guerrero; antes bien, de una empresa, Gesagrin, que lo colmó de ilusión y buenos resultados y que terminó bajo la guillotina de la crisis pasó a una firma vasca dedicada al ahorro energético y el aprovechamiento solar, entre otras actividades, que compagina con la gestión de una finca ganadera en Sierra Morena. Padre de tres hijos, le gusta esquiar, la vela, el tenis..., que practica poco en favor de otra práctica saludable: caminar. Él lo sabe, “se hace camino al andar”.

Francisco Zamora nació con el puño y la rosa en el ADN. No en vano, su padre presidió el Partido Socialista Obrero Español de su pueblo y tiró de él para refrescar el grupo local. En la foto, con Francisco Reyes, en un acto de 1995.

Si Quesada presume de su espacio expositivo en honor de Zabaleta, que acoge también el legado hernandiano, es gracias al empuje inicial de Zamora, en la imagen con Cesáreo Rodríguez-Aguilera, otro ilustre hijo del pueblo.

La labor emprendedora es otro fuerte del quesadeño, que empezó al frente de una empresa y tiende a culminar su vida laboral —aún le resta mucho— de igual modo. En la foto, de 2007, recoge un reconocimiento como directivo de Gesagrin.