Jugando con la muerte
Hay niños que no juegan. Sus juguetes son fusiles con los que juegan a la muerte. Son los niños soldados presentes en numerosos conflictos armados
H ace unos días celebramos un día de ilusión para todos los niños de nuestras ciudades. Los Reyes Magos desfilaban y les traían multitud de juguetes con los que dedicarse a lo que debe dedicarse todo niño: jugar. Pero hay niños que no juegan. Sus juguetes son fusiles más grandes que ellos con los que juegan a la muerte. Son los niños y niñas soldados presentes en una gran cantidad de conflictos armados a lo largo de todo el mundo sobre todo en el África subsahariana. Ellos como soldados baratos, obedientes, arriesgados y verdadera carne de cañón. Ellas como esclavas domesticas y sexuales de los dirigentes de los ejércitos a los que pertenecen. Otros países, como Israel, utilizan a los niños palestinos como escudos humanos y atacan las escuelas.
Se entiende por niño soldado, según los principios de Ciudad del Cabo de 1997, todo menor de 18 años que forme parte de cualquier grupo armado con independencia de las labores que desempeñe. Aunque no hay cifras fiables del número de menores soldados en el mundo, según datos de Naciones Unidas, en 2012 se reclutaban niños y niñas soldados en al menos 19 países, siendo especialmente significativos los casos de República Centroafricana o Sudán del Sur. Otros países como Afganistán, Chad, Colombia, Costa de Marfil, Filipinas, India, Iraq, Líbano, Libia, Mali, Myanmar, Pakistán, República Democrática de Congo, Sudán, Siria, Tailandia y Yemen siguen reclutando niños y niñas soldados. Según la ONU, son más de 250.000 y, según Amnistía Internacional, son más de 300.000 los niños combatientes, un 40% de ellos son niñas.
Estos niños y niñas han sido secuestrados en la calle o sacados de las aulas. Otros muchos son forzados a salir de sus casas a punta de pistola. Para endurecerlos y eliminar su posibilidad de volver a su casa, son obligados bajo amenaza de muerte a asesinar a amigos y miembros de su propia familia. Los que sobreviven durante toda una vida tienen que luchar con las consecuencias de estas crueldades físicas y psíquicas. Las niñas muchas veces son forzadas a satisfacer las necesidades sexuales de los soldados en los campos militares.
Estos niños aportan múltiples ventajas a las bandas armadas. Obedecen sin rebelarse, son fanáticos en su adhesión al grupo. Obligados a servir como señuelos, detectores de la posición enemiga o guardaespaldas de sus comandantes, a menudo, también se les utiliza como porteadores y como cocineros.
Amnistía Internacional, con otras organizaciones, forma parte de la Coalición para acabar con la utilización de los niños soldados y ha solicitado reiteradamente a los gobiernos y a los grupos armados implicados en conflictos que finalicen con el reclutamiento y el uso de niños y niñas soldados, así como ofrecido su cooperación con todas las iniciativas para desmovilizar a estos. Y, por supuesto, pedimos que los perpetradores de violaciones de derechos humanos sean llevados ante la justicia, ya que el Estatuto de Roma tipifica como crimen de guerra el reclutamiento de niños menores de 15 años.
Uno de los casos paradigmáticos de estos delincuentes es el de Joseph Kony, principal dirigente del Ejército de Resistencia del Señor de Uganda que ha forzado aproximadamente a 20.000 niños a unirse al mismo desde 1987.
La inocencia de los niños no debe ser destruida. Nuestros niños son nuestro futuro. Su destrucción es la destrucción de nuestro mundo. En estos días en que los ojos de nuestros niños se iluminan de ilusión, tengamos un recuerdo para esos niños que son obligados a convivir con la muerte. Nosotros queremos luchar contra esa realidad y eso haremos hasta que consigamos erradicarla.