Informador

    17 jul 2016 / 11:43 H.

    Ante la pregunta, se limitó a dar una respuesta en relación con la parte inexplicable de la ciencia: “La energía se deposita en todas partes. A un hombre del Cromañón no le hubiera sorprendido que la energía procediera de la tierra o del mar. Lo que le hubiera sorprendido, hasta el terror, es si hubiera visto la tecnología que empleamos para sacar el petróleo y el gas desde el fondo del mar y de la tierra”.

    Las preguntas las hacia una joven periodista, desde una emisora local de Frecuencia Modulada, y el entrevistado era un personaje que había emergido localmente como un curandero. A él no le gustaba el título de curandero y se esforzaba en que le llamaran informador. La periodista, de nombre Mafalda, repreguntó: “¿Y qué relación tienen las extracciones de petróleo con la ceremonia de adivinación que usted hace?”. El curandero, con el mismo entusiasmo, le respondió: “Pues que la energía existe ahí, donde yo la encuentro y puedo mostrársela a quien me lo pregunta. Lo que llama la atención es que en la era del homo tecnologicus yo no utilice una máquina para mis diagnósticos”—después de una respiración honda, que se escuchó en la retransmisión, el curandero continuó— “Ya ve, lo que escandaliza al homo tecnologicus no le hubiera sorprendido al hombre del Cromañón. En la actualidad necesitamos creer en las máquinas.”.

    El programa de radio, con el título de “Lo que nos rodea”, se emitía a la una de la mañana. El programa, con una mínima audiencia, perduraba por una ingeniosa y barata publicidad que consistía en entrevistar a un anunciante, buscando un desenlace parecido a las viñetas del personaje creado por Quino, con el nombre de Mafalda. Mafalda volvió a preguntar: “¿Y ha tenido alguna denuncia? . —recibió como respuesta— “No, porque no hago intrusismo. Únicamente interpreto e informo a quien me pregunta”. — “¿Tiene usted abogado?— “No”—˝Pues no le voy a recomendar a nadie porque todavía no tengo patrocinadores en este campo”.

    El informador escuchó por la radio, y de madrugada, la entrevista que había grabado con Mafalda. Todo estaba bien, pero le pareció incómodo que durante aquella entrevista Mafalda hubiera continuamente mirando y manipulando el ordenador, como si él no existiera. Durante los días que siguieron a la emisión del programa, el informador siguió con su consulta y no percibió que hubiera aumentado el número de personas. Lo que sí le sorprendió fue que apareciera Mafalda en la consulta. Llevaba una bolsa de una popular cadena comercial y tras el saludo sacó una almohada: “Esta almohada....”. —El informador la interrumpió suavemente—“No hace falta que me digas nada. Simplemente déjala. Tardaré unos días”.

    Pasados unos días, el informador tomó la almohada que le había traído Mafalda; fue a su habitación y, acostándose en la cama, apoyó su cabeza en la almohada. Se durmió. A la mañana siguiente estaba en condiciones de informar a Mafalda. Sonrió. Mafalda le había llevado la almohada de su pareja.