Yeste, Nerpio y Santiago-Pontones

06 oct 2019 / 12:05 H.

La España Vacía está aquí, a la vuelta de la esquina. Aunque las provincias de Soria y Teruel lideran mediáticamente cifras y noticias acerca del despoblamiento y de la ingente y loable lucha por revertir la situación de abandono de su medio rural, lo cierto es que aquí, muy cerca del lugar desde donde escribo, la Sierra de Segura, está el que tal vez sea el territorio mas despoblado de España. Son estos tres municipios, uno de Jaén y dos de Albacete que suman nada menos que 1631 kilómetros cuadrados y en los que residen 6.956 habitantes, con una densidad de 4,2 hab/km2.

Muchas veces las cifras por sí solas puede que no nos digan nada. Siempre es mejor compararlas, relativizarlas. Vamos allá. La superficie de estos tres términos municipales se acerca a la de la provincia de Guipúzcoa, sólo que allí residen más de 72.0000 habitantes, 360,8 por kilómetro cuadrado. Es una comparación extrema y totalmente dispar, ya que este territorio del País Vasco es de los más poblados y desarrollados de España. Pero tampoco las citadas provincias de Soria y Teruel “aguantan” la comparación: En Soria sólo viven 88.600 habitantes y en Teruel 13.4572, siendo la densidad de población de alrededor de 9 hab./km2 en ambos casos. Se trata de una cifra realmente irrisoria pero que es ¡más del doble de la de los tres municipios segureños a los que nos referimos hoy!

Este vasto territorio, cuna del Segura y de incontables afluentes y de embalses que regulan sus aguas para regar las huertas murciana y alicantina, seguramente el peor comunicado de todo el país (baste decir que hasta hace unos noventa años sólo existían en la zona los caminos de herradura, ni siquiera los carreteros), siempre lo tuvo difícil. Tras la expulsión de los musulmanes en el siglo XIII, el repoblamiento cristiano fue lento y dificultoso, a pesar de que la Orden de Santiago, que administró el territorio durante siglos, lo intentó con rebajas fiscales y otros incentivos. Durante casi tres siglos fue frontera entre Murcia, ya bajo el dominio de Castilla y el reino Nazarí de Granada. Lentamente, gentes del norte, castellanos, navarros y pastores de Cuenca, sobre todo, fueron adentrándose y ocupando estas impresionantes y bellísimas tierras a las que lograron extraer sus riquezas. El pastoreo, el monte y una agricultura de subsistencia les permitió vivir, alejados de todo y de todos, durante siglos, lo que les permitió conservar unas costumbres y una cultura propias aún hoy profundamente arraigadas.

Alrededor de 1950, el territorio llegó a contar con casi 29.000 habitantes, de los cuales ahora quedan menos del veinticinco por ciento. Y el declive es exponencialmente mayor año tras año. Más de doscientos núcleos de población, aunque la mayoría de ellos sin niños, permanecen aún habitados. Muchos de ellos ya lo estaban en época anterior a los árabes, como lo acreditan nombres como Góntar o Miller. ¿Las administraciones públicas de este país van a permitir que este impresionante patrimonio natural y etnológico, único en Europa, quede deshabitado? Me temo que sí.