El fandango de mi pueblo

10 ene 2016 / 10:46 H.

Decir que el flamenco se ha formado a base de muy diferentes aportaciones es de Perogrullo, pues hemos visto que cada pueblo, cada cultura que ha pasado por Andalucía ha ido dejando su huella musical en nuestra tierra. He hablado de pueblos casi míticos, como pueden ser los tartesios. Pueblos que nos dieron casi todo lo que somos, los romanos. Pueblos que completaron nuestra lengua y cultura, musulmanes. No olvidemos el pueblo judío, que en gran manera influenció nuestras vidas, y los gitanos, pueblo que ha contribuido de una manera muy especial (sin ellos el flamenco sería otra cosa.)

Si alguien se acuerda de algún otro pueblo, espero que lo añada a esta relación, pero el caso es que estoy bastante seguro de que nadie —bueno, casi nadie— se ha acordado de los mandingas. Si, no han leído mal, y además no estoy de bromas, así que pasemos a otro párrafo y vemos ese trocito de nuestra historia que no aparece ni en los libros, al menos en los que yo estudié.

En España la esclavitud se dio con toda la naturalidad del mundo. España no iba a ser diferente al resto de los países. La esclavitud se surtía de moros, cristianos de regiones en guerra, judíos y negros, me refiero negros traídos expresamente de África como mercancía humana. En nuestro país la esclavitud fue legal hasta el 13 de febrero del 1886, fecha en que por ley se abolió, aunque fue desapareciendo poco a poco, de manera que después del mencionado año no hubo esclavos de manera más o menos oficial.

¿Alguien puede imaginar que un pueblo, el mandinga, con gran tradición musical no hubiera dejado su huella sonora en Andalucía? Veamos los folclores de América Central o del Sur y comprobemos su riqueza musical, el compás de sus canciones, los ritmos de los bailes caribeños... Pero no nos detengamos en el mundo hispano y adentrémonos en el sur de los Estado Unidos, entornemos los ojos e imaginemos las calles de Lousiana, Missisipi, Alabama... No es posible imaginar el paisaje urbano de estos estados sin asociarlos con las típicas bandas de músicos en sus calles y bares. No hay que ser un experto en música para apreciar el compás de la música predominante y ver cuáles son sus raíces.

Claro, estamos hablando de unos estados típicamente esclavistas y de unas formas musicales con rasgos claramente provenientes de África. ¿Es lógico que en todos los estados y países donde hubo esclavos negros se den ritmos bien marcados y que en España no quedara ninguna influencia de este pueblo africano?

¿Puede ser que por un falso sentido de “vergüenza histórica” hayamos olvidado que muchos negros vivieron en la península?

Nadie espere leer que yo escriba que el flamenco lo inventaron los mandingas. Pero sí que escribiré que el nombre de dos de los palos flamencos sí tiene una terminación que no es propia de nuestra lengua, ni del latín, ni del árabe.

Lo que sí puedo afirmar es que la terminación -ango proviene del idioma mandinga, que por otro lado se repite también en canciones de Uruguay, Paraguay, Argentina... pues en estos países se dan esas canciones tan universales, como son los tangos, y en esos países la población de esclavos negros fue muy importante.

Nosotros, los amantes del flamenco, tenemos una deuda de reconocimiento hacia estas personas, pues las hemos borrado, no solamente de nuestra memoria, sino que también las hemos obviado en nuestros libros.

En el flamenco tenemos el nombre de dos palos que se forman con esta terminación: Tangos y Fandangos, así que hablemos un poco de los fandangos pues tal y como reza en el título de este artículo, en España cada pueblo tiene un fandango.

Dice el diccionario de la RAE:

Fandango: 1. m. Antiguo baile español, ejecutado con acompañamiento de canto, guitarra, castañuelas y hasta de platillos y violines, a tres tiempos y con movimiento vivo y apasionado.

Pues a esto es a lo que me refiero, a esas canciones folclóricas de la Península Ibérica que crecieron como setas en una mañana húmeda y templada de otoño. Me refiero a esas letrillas que se bailaban en los pueblos más humildes y en las grandes ciudades. Esas letras populares, anónimas, cantables y bailables, y de las que algunas se ganaron el honor de tener un apellido propio: Fandango de la Sierra, Fado Portugués, Jota Aragonesa... canciones compuestas por estrofas de cuatro y que al ser interpretadas pueden convertirse en cinco o hasta seis versos, dado que alguno se suele repetir.

Yo recuerdo haber oído cantar en la sierra una coplilla que decía así: “Las mujeres de la sierra / para dormir al chiquillo, / en vez de cantarles nanas / les cantan un fandanguillo.”

El paso de estos fandanguillos a los fandangos flamencos es muy sencillo, ya sea el Fandango Natural, las Malagueñas, Granaínas, o los innumerables Fandangos de Huelva.

“Calle Real del Alosno, / con sus esquinitas de acero, / es la calle más bonita / que tienen los alosneros”. Claro que para entonarlos hay que comenzar con la palabra “Alosno” y rematar la letra repitiendo el primer verso, “Calle Real del Alosno”.

¿Me he explicado bien? ¿Es usted capaz de tararear esta letra? Si su respuesta es sí, es que vamos por buen camino.