Detalles del siglo XIX y XX

Muchos acontecimientos asolaron Torres durante estos doscientos años en los que la economía, la sociedad y especialmente la política, cambiaron radicalmente

12 ene 2020 / 13:44 H.

Este domingo volvemos con Torres y será, casi seguro la de hoy, al menos por el momento, la penúltima ocasión en la que abordamos este bonito municipio en “Diario JAÉN, algo más que un periódico”. ¿Ha ocurrido algo que nos impida escribir de Torres? No, simplemente que llegó la hora en nuestro recorrido informativo por la comarca de Sierra Mágina de ocuparnos de otros pueblos. ¿Cuál será el siguiente? Bedmar.

Se constituyó en Torres, en el año 1907, una sociedad ugetista de agricultores y llegaron 1913 y 1914 para que la presencia socialista, tras la fundación del PSOE y de las juventudes socialistas, tuvieran su presencia en Torres. Llegan otros tiempos y en la crítica coyuntura entre 1930 y 1931, las fuerzas políticas y sociales de la izquierda logran triunfar y se hicieron con el poder local. Las elecciones municipales de abril son un triunfo para la conjunción republicana socialista. A la altura de 1931, la situación política y social de Torres era muy diferente de la que imperó en el siglo XIX.

¿Qué había acontecido? La desmovilización y la apatía habían sido cambiados por la participación partidista y por el alineamiento de clase. Las izquierdas habían ganado con el paso de los días y la II República, como después ocurrió en las legislativas de 1933 y 1936 con la coalición de derechas. Tal alternancia política coincidió, como ya se sabe, con una profunda crisis económica y laboral, las cuales dieron entrada a un proceso de democratización política que fue truncada a causa del levantamiento militar en julio de 1936. A partir de entonces, los odios entre clases se hicieron palpables en una población que vio pasar, primero, actos de represión republicana contra el caciquismo y la oligarquía agraria y sus representantes y, después, tras 1939, la política en la época de Franco, una vez acabada la contienda fraticida.

Torres, allí continúa en las “faldas de una sierra”. ¿Su nombre?, la vieja, padeciendo y alegrándose, como es lógico en cualquier sitio en el que estén los humanos. Como ejemplo, traemos aquí lo que refería Pascual Madoz, las fortísimas lluvias de septiembre en el año 1843 que causaron graves daños en la población. En el siglo XIX seguimos repasando la historia torreña, agricultura fructífera por el esfuerzo humano, “la ayuda de Dios” que refieren muchos creyentes y las de las aguas de los arroyos “Gilmoreno, frío y vil”, estupenda recompensa para el pueblo torreño que contaba con 2.292 habitantes a mediados para el siglo XIX. Ganado, caza, hortalizas, matorrales, encinas, robles y, en la segunda mitad del siglo XIX, la rápida expansión del olivar y cereales. Para los segundos llegó la crisis mientras que el olivar continuaba su expansión en 1989.

En lo político, lo mismo que en lo social, en lo económico... también en Torres hubo encumbramiento de un grupo oligárquico reducido, fuertemente aferrado al control de la tierra y, por supuesto, entroncado en el pasado. Eso, unido al inmovilismo y la pasividad del municipio durante buena parte de la edad contemporánea en los diferentes ámbitos del lugar.

Reformar liberales, proceso de empobrecimiento, población en la que la mayoría del vecindario estuvo abocado a subsistir cada vez de forma más exclusiva de las retribuciones que les proporcionaba la percepción de un salario, sin duda alguna, insuficiente. Y, lo que era más grave, que tal salario era intermitente. Panorama desolador y, junto a ello y con tales circunstancias desfavorables, la presencia algo de caciquismo, precisamente la clase cacique fue la que marcó las pautas a seguir en el comportamiento del sector. Horizontes sombríos los que tenía por delante Torres y en tantos sitios. Torres, que entonces tenía a su disposición un cementerio emplazado en paraje ventilado, dos ermitas en ruinas dedicadas, respectivamente, a la Virgen del Rosel y a San Sebastián, la iglesia parroquial de Santo Domingo de Guzmán, una escuela de primeras letras para niños y otra para niñas, la Casa Consistorial, el recinto que servía de cárcel...

Hasta aquí por hoy. En la ocasión venidera la colaboración llevará el título de “Cancioncero popular de Jaén”. Su autora, María Dolores de Torres. Gracias al diario del Santo Reino por la bibliografía, y a quienes les guste, o no, lo que escribimos. También a los indiferentes, que abundan en España en estos y en otros asuntos importantes. Con la intención de volver, reciban un cordial saludo con dedicatoria especial para las personas que amen leer y escribir sobre la historia de España. Es lo que le sucede a quien esto escribe.