Del nombre de las calles (III)

El estudioso de calles suele ser una persona cuidadosa, paciente y observadora. El nuestro, además, era enjuto, algo encorvado a pesar de su metro cincuenta y cinco de estatura, ciertamente de pelo canoso, muy fino, peinado hacia atrás; vestido siempre de traje gris, ojos verdosos tras unas antiguas y enormes gafas de montura de pasta negra que no ocultaban ni su edad, los sesenta y muchos consolidados, ni su mirada franca e inteligente. Se acompañaba de una ajada cartera de piel que había conocido mejores tiempos, llena de papeles donde apuntar con una cuidada caligrafía sus impresiones y los datos necesarios para su estudio o los nombres curiosos como, por no ir más lejos o sí, en Jerez de la Frontera está la calle CIEGOS o por mejor decir, el callejón de los Ciegos, y que ha sido reconocida como una de las calles en túnel más bellas del mundo. ¿Qué porqué? Porque es una calle encalada, de balcones y ventanas enrejadas en negro y de dinteles pintados en albero, de típico sabor andaluz, y además, cubierta de una frondosa parra que en los meses más cálidos recubre su cielo de verdor dándole una sombra perfecta. Es una calle especial no sólo por su fisionomía sino por su historia. Es calle interior de la bodega González- Byass, que cuando la bodega creció fue integrada en el recinto del negocio porque ni corto, ni perezoso, el dueño de la bodega la compró al Ayuntamiento dada su cercanía. Debe su nombre, no al evidente chiste que se puede hacer entre ceguedad y el buen trasegar de vinos, sino a que en su época, existió una escuela para niños invidentes en ella.
Cuando estuvo en Jaén, nuestro estudioso se propuso revelar y explicar todo tipo de nombres elegantes y dedicados, que rinden el recuerdo a todos aquellos que fueron y serán recordados, aunque sea en una placa en cada esquina, sitio privilegiado, pero a veces sólo pronunciado para indicar al o a la taxista una dirección. Triste recuerdo, si no se sabe quien fue, o feliz homenaje, si queda en el recuerdo con el mismo o más cariño con el que se decidió poner allí, sobre nuestras cabezas y enganchado a nuestras viviendas. Aún así, fiel a sus gustos, no quiso olvidar aquellos nombres que le removían la sensibilidad con un nombre acertado o una palabra singular. De sus escritos hemos tenido acceso a los siguientes extractos para vuestro disfrute:
En el callejero jaenero abundan los nombres de calles conectadas con buena asociación de ideas o como coloquialmente se puede decir, que el nombre estaba a huevo. Suelen ser calles lógicamente próximas. Todos los que han pasado bajo el Arco de San Lorenzo, en la calle Almendros Aguilar, se encuentran que en dirección a la plaza de Santiago, nada más pasar el arco (único vestigio milagrosamente conservado de la otrora iglesia, erigida entre los siglos XIII y XIV, de San Lorenzo), a mano izquierda se abre una calle empinada que recibe el idóneo nombre de calle DE LA PARRILLA (130 m de longitud, una media de 3,5 m de ancho, desnivel de 18 m (de 590 m s.n.m. a 608 m s.n.m.), 31 números en los impares y 14 en los pares), bautizada así por la cercana iglesia cuyo titular fue el santo Lorenzo, llamado de Roma, aunque nació en Valencia. Cuando el emperador Valeriano prohibió el culto cristiano, muchos sacerdotes y obispos fueron condenados a muerte, entre ellos, Lorenzo, que había sido diácono y administrador de los bienes de la Iglesia. Por ello es considerado uno de los primeros archivistas y tesoreros de la Iglesia. Nadie mejor para ser el patrón de los bibliotecarios. Lorenzo fue quemado vivo en una hoguera, concretamente en una parrilla, cerca del Campo Verano, en Roma. La leyenda afirma que en medio del martirio, dijo: Assum est, inqüit, versa et manduca (Asado está, parece, gíralo y cómelo). No le faltaba guasa a Lorenzo.
Por otro lado, en el callejero jaenero abundan también los nombres de exploradores, modernamente llamados cartógrafos. El jaenero Francisco de Paula Coello de Portugal y Quesada haría las delicias de Saint-Exupéry y el Petit Prince. Tiene calle en Jaén, la antigua y tradicional calle FRANCISCO COELLO (299 m de longitud, una media de 4,5 m de ancho, desnivel de 4 m (de 569 m s.n.m. a 573 m s.n.m.), 37 números en los impares y 30 en los pares), conocida popularmente como la calle Llana, en el antiguo barrio del Arrabal de las Monjas (por el convento de clarisas arrasado en 1368 por una razzia granadina), y hoy barrio de la Alcantarilla. Lo de Llana no es un eufemismo, sino una realidad entre calles en cuesta que la rodean y que le confluyen: calle Los Peñas, Julio Ángel, Espiga o Cuesta de la Alcantarilla. Su topografía se debe a que vertebra todas las demás aprovechando la curva de nivel, en un antiguo arrabal al lado de la catedral, lleno de desniveles entre huertas y predios. En la calle tomaron costumbre de hacerse casa, casa solariega, rayando el palacete, muchas familias de postín de la ciudad. Sus blasones aún la adorna. De hecho la Marquesa de Blanco Hermoso habitó en ella y bajo su escalera guardaba la cruz de palosanto de Nuestro Padre Jesús que entregaba una vez al año para la procesión. A la altura del numero 37 esquina con la Calle Los Peñas, junto al Convento de la Concepción, se hizo casa en el s. XVII, Eufrasio López de Rojas, el diseñador de la fachada de la catedral y maestro mayor de sus obras. Aún está la portada de piedra de su casa que él mismo diseñó, y él mismo a 50 m en una imaginaria línea recta la ve sin ojos enterrado en el suelo del convento de Las Carmelitas Descalzas. Sin ir mucho más lejos, en el número 9, habitó los meses que residió en Jaén en 1937, el poeta Miguel Hernández y su mujer Josefina Manresa. Allí en su terraza a buen seguro imaginó que “El naranjo sabe a vida y el olivo a tiempo sabe. Y entre el clamor de los dos mis pasiones se debaten”. Allí, desde la cercana hornacina del Cristo de la Buena Voluntad, allá donde la calle Abades muere tras cuesta, se divisan los restos de la puerta Noguera, portillo de acceso de la antigua muralla.
En 1902 la calle se dedicó a Francisco de Paula Coello de Portugal y Quesada (1820-1898), geógrafo de fama internacional, cuya casa natal estuvo por estos contornos. Coello pronto marchó a la academia militar donde obtuvo grado de teniente, labrándose una carrera militar que lo llevó a Argelia y a luchar en las guerras carlistas. Destinado a Ingenieros, comenzó a colaborar con Madoz, el famoso cartógrafo, en la publicación de su Diccionario Geográfico, encargándose de la confección de los mapas que formaron el “Atlas de España y sus Posesiones de Ultramar”, del que se publicaron 46 hojas, de la más alta calidad. Hasta la aparición del Mapa Topográfico Nacional fueron la mejor cartografía española. Su Plano de Madrid a escala 1/5.000, de 1848, fue declarado Oficial de la Villa por su calidad, superior a la de todos los anteriores. Al parecer la vida castrense perdió frente a la tinta de los mapas y se retiró del Ejército con el rango de coronel. Se dedicó en alma y cuerpo a la geografía, presidente de la Real Sociedad Geográfica de España, representó en muchas ocasiones a España en congresos internacionales, y presidió la comisión encargada de la realización del Mapa Internacional del Mundo a escala 1/1.000.000. Incluso hizo pinitos en el mundo de los leguleyos, ya que hizo el borrador de la ley Medición del Territorio. Ostentó además el título de Caballero de la Orden de San Fernando y la Gran Cruz del Mérito Militar. Sin duda, uno de los cartógrafos más destacados del siglo XIX...
Así, si vais por una calle de Jaén, sea cual sea, haceros siempre una pregunta extraña sobre algo de la propia calle, un edificio, una fachada, un comercio o un bonito rincón, o sobre el porqué o el qué o a quién debe su nombre, mirando la placa en sus esquinas. Ayudad, con lo poco o mucho que sepáis, a rescatar los nombres de nuestras calles olvidadas.