Con Jordi Doce Chambrelán

“Nada se pierde”, en poesía, y los libros “Hormigas Blancas” y “Perros en la playa”, en prosa, son una muestra de las obras más importantes del poeta gijonés

26 may 2019 / 12:17 H.

En poesía descuella Nada se pierde (2015) y en prosa resaltamos los libros de notas y aforismos Hormigas blancas (2005) y Perros en la playa (2011). Ha ganado prestigio como traductor de William Blake, Anne Carson, Paul Auster y T. S. Eliot, entre otros.

Doce habla desde el intimismo con sobrio desgarro en la conmoción, con el dramatismo doméstico existencial que caracteriza buena parte de la poesía europea del siglo XX frente al grito, y prefiere el minimalismo de un yo conciso, nada narrativo a lo Larkin. Malestar sin fragmento nos trae Nada se pierde, no la indeterminación, pero sí el malestar y ese sentido de crisis o reconvención.

En sus textos recupera el tópico del homo viator. Un transeúnte que encuentra lo extraordinario en un paseo. Nos dibuja paisajes, ciudades con pinceladas abstractas e impresionistas.

En No estábamos allí (2016), José Luis Gómez Toré indica cómo Jordi Doce ejercita esa “capacidad negativa” de la que habla J. Keats. Así contemplamos el mundo sin reconciliar los contrarios o intentar encerrarlos en un sistema racional y cerrado. En un ambiente catártico comprobamos que los personajes de sus textos conviven serenamente con la incertidumbre de sus existencias. Como ejemplo citamos “No sé bien de qué hablamos / ni por qué (Sin título), “lo íntimo de ti que no sabías” (Herida), “Nada ocurrió. Nada dejó nunca de ocurrir” (Una vida), “recordar cómo es el mundo cuando no estamos en él” (5 movimientos). Y el propio título, del verso inicial de Suceso: “No estábamos allí cuando ocurrió”. Su poema Entonces, visible en el VIII Festival de Poesía de Madrid, donde, a través de la silva libre impar, heredada de Juan Ramón Jiménez, muestra la indeterminación, la indiferencia de nuestras circunstancias ante el curso del tiempo.

Juan Ramón Jiménez, visible también en el poema de Doce Con los ojos abiertos a la orilla del mundo, organizado según el rítmo fónico versal de la estrofa, a través de varios quintetos o a mitad de camino con la quintilla, al tener la silva libre impar versos de arte menor con sus heptasílabos, y de arte mayor sus eneasílabos y endecasílabos. Poema que cita a Steve Hogarth con su verso Despierto al borde del mundo —Wide awake on the edge of the world—, en total cinco estrofas, con cinco versos cada una de ellas, de 11, 9 y 7 sílabas. Como indicativo también innovador en la poesía de Jordi Doce su uso del diálogo en su poema titulado “Primer acto”. Y finalmente citamos su poema enumerado titulado Monósticos, de tal manera que el monóstico 9 tiene nueve versos, el monóstico 5 tiene cinco versos, sin ningún tipo de encabalgamiento y con punto final tras la emisión de sus versos aforísticos: 5 / Lo que dice la música no se puede decir. / Estuvo con nosotros pero nadie le pone cara. / Aquí donde me ves, yo tenía la vida resuelta. / Burlando la hora punta silba un afilador. / Sé bueno y guárdame el secreto, anda.