Con el poeta Juan Andrés García Román

15 sep 2019 / 11:43 H.

Juan Andrés García Román (Granada, 1979) estudió teoría de la literatura y se dedica al estudio y traducción de literatura fundamentalmente alemana. Como poeta, es autor de los libros Perdida Latitud (2004), Las canciones de Lázaro (2005) y El fósforo astillado ( 2008), entre otros. Ha sido antologado por Luis Antonio de Villena en su reciente antología de poesía española La inteligencia y el hacha. Entre sus traducciones se cuentan Los poemas a la noche y otra poesía póstuma y dispersa de R. M. Rilke, una suerte de screenplay —obra conjunta de Rilke y el pintor Balthazar Klossowski, Balthus— titulado Mitsou, una antología poética del joven poeta alemán Arne Rautenberg (Poemas no escritos, Ediciones del Festival de Cosmopoética) y las Elegías de Friedrich Hölderlin. Con El fósforo astillado (2008), una perspectiva que acumula sinsentidos bajo un amor, nos formula un moderno irracionalismo próximo a Julio César Galán. Sabemos que la idea, la inventio, se plantea con una perspectiva de resistencia verbal, de nihil solicitado y hallado, de punto cero o retaguardia, abogando por su coqueteo con el vacío de la palabra, su desmaterialización. De este libro proponemos su poema “Aún tienes tiempo. Habrá tres arias más”, en el que cita a Andrew Hill, con versos como: /Azúcar en las alas. Un pájaro vuela dentro de otro pájaro/ que vuela. /El instante asoma del agua sus ojos de cocodrilo, /te haces el lazo de Moebius en el pelo y te vuelves/. Con ironía irracional postula una mezcla de impotencia trascendental al hilo de un amor y discursos imposibles, con la radical sugerencia del lenguaje. Su libro Adoración (2011) combina recursos como el cómic, el poema teatral, la fábula, la novela de formación, la parábola religiosa y el relato filosófico. Adoración tiene cosas de los Cuentos jeroglíficos, de Horace Walpole y de las greguerías de Gómez de la Serna. Y lo tiene en los mismos títulos de cada capítulo, títulos-poema a lo Luis Rosales. Su protagonista, Expósito, nos invita a emprender un viaje hacia un pasado-futuro, en un intento de asumir su propia identidad a través de tres frentes abiertos: la pérdida del padre, la pérdida de la infancia y la pérdida del amor. Su alter ego pretende buscar un sentido a la vida después de la pérdida. Con fragmentos del recuerdo aspira a contar la historia de un amor perdido. Nos deja a cambio un cuestionamiento sobre el sentido de las utopías, la fragilidad de la naturaleza, el desánimo político,y el destino del artista, como esboza el también poeta Fruela Fernández. Y cito unos versos de este poemario: /Snow White me llevó/ al mediodía de un mar cubierto de bombos chinos./ Y cuando una mañana de marzo se derritió la nieve de la calle,/ Snow White me enseñó la calavera del muñeco de nieve./ Snow White me dijo que la mujer de las piernas ortopédicas era una sirena./ Porque Snow White era una niña que decía: ¡Dios salve a la reina del panal!,/antes de comerse la cucharada de miel.