Arrendajo

    30 oct 2016 / 10:26 H.

    Siempre me llamó la atención que en la ciudad y alrededores no hubiera urracas. Sin embargo, unos kilómetros más allá comenzaban a estar presentes. De niño me habían contado cosas sobre las urracas. La más impresionante era que podían hablar. Para ello había que meter la urraca en un cántaro y vocear dentro la palabra que querías aprendiese. Otra historia de las urracas era que robaban y se llevaban el botín al nido. Se trataba de objetos inocentes. Después, en verano, cuando los nidos se hacen visibles, se encontraban en ellos y aumentaba su leyenda. Yo tenía cariño a las urracas.

    Asumí la pérdida de las urracas y asumí que ya no habría un pájaro de la familia de los cuervos en mi vida. Un día, mientras pasaba por una higuera, me sobresalto un: “¡egg ...egg...egg!”. Era un tono de voz humana y en las “eggs” había un punto importante de ira. Con esta voz, junto con una guía de pájaros, supe que se trataba de un arrendajo. En la guía, la onomatopeya de su voz la ponían como: “scaaaat”, pero yo prefiero el “egg”. La voz de la Urraca no es más elegante (varía desde un “renc” a un “chuc-chuc”), pero no es imprevista ni contiene enfado.

    El arrendajo pertenece a la especie “Garrulus glandarius” y se extiende profusamente. No es feo. Tiene unas alas con franjas azul celeste que terminan en negro. El resto del plumaje es de color café con leche y tonos grises. Todos estos colores, tanto al volar como al estar posado, le dan un tono de alegría. Sin embargo su comportamiento ya es otro y ha quedado plasmado en el nombre de Garrulus (rústico, zafio), lo de Glandarius viene por ser comedor de bellotas —aunque luego esto no sea así y coma de todo—. Al pasar el nombre al sentir popular le bautizaron con el de Arrendajo (hacer burla).

    El arrendajo se quedó a vivir junto a la casa y por mucho que yo supiera quien era el autor de los “eggs” siempre me asustaba. El saber volar le daba una propiedad de “dron” sobre mi persona. Siempre me sorprendía. En su triunfo participaba su voz potente. Estoy seguro que con el canto de un jilguero no me hubiera pasado eso.

    De vez en cuando leía algo sobre el arrendajo y encontré la posibilidad de utilizar un reclamo, capturarle y expulsarle de mi vida. Este hallazgo me significó su importancia porque un ave, que consigue generar el diseño de un reclamo, tiene peso específico. Pedí uno al omnipresente internet y llegó sin incidencias. Su diseño era el de un pito con lengüeta metálica terminado en una sordina sobre la que había que acoplar la mano y emitir la palabra: “cash”. Ensayé una y otra vez hasta que llegó una débil respuesta y luego los “eggs” claros y altos del arrendajo. Me estaba contestando. Ahí cambiaron las cosas entre el arrendajo y yo. Estábamos hablando.