Ana, nuestra Anita
Ana es una persona que cree en el Amor y vive haciendo del Amor una realidad palpable, un objetivo diario, un compromiso social, un sueño comunitario, una meta, un horizonte por renovar y un testimonio de vida
Tras su clara mirada Ana es una persona que cree en el Amor y vive haciendo del Amor una realidad palpable, un objetivo diario, un compromiso social, un sueño comunitario, una meta, un horizonte por renovar y un testimonio de vida. Sembrarlo, regarlo, moldearlo, compartirlo, construirlo... es sin duda el eje transversal que fundamenta su vida.
Siempre tuvo vocación de madre, Ana es madre, de los hijos propios y de los que quiere, de los que son y los que quieren ser. Sus manos que siempre hablaron desde la ternura, como madre aprenden ahora otra lengua que la acerque a los que no pueden escuchar. La familia es para ella un sacramento de vida, de comunidad, de iglesia, de identidad. Es familia, se siente familia, quiere ser familia. Hija, hermana, tía... disfruta en familia sea cual sea su papel. Ora, medita y cree. Transforma su oración en fortaleza para cada día, sin pretender dar muchos pasos, pocos, pero firmes y seguros. Su fe la lanza al vacío, a la misión, la pone en manos de Dios, confiando, queriendo encontrar lo que cada día Diosito espera de ella: “¡Hágase tu voluntad!”.
Paciente, con todos y para todos, sin aparente cansancio sostiene equilibrios imposibles, diálogos complejos y rebeldías reincidentes. En la mochila no le faltan palabras de aliento, de alegría, de esperanza,... que personaliza para cada uno según nuestras necesidades.
Sonríe y acoge, escucha con interés la Vida, mi vida, las vidas de tantas personas que se cruzan en su tranquilo y pausado caminar. Sin prisa acoge palabras cansadas, sin sosiego, tristes, preocupadas, alegres, soñadoras, escucha, siempre escucha. Regala paz, su paz, la Paz, irradiándola con la dulzura de un gesto, una mirada, de una mano que abraza y acaricia.
Sencilla como los elegidos de Dios, no entiende las complejidades de la vida, pues desde la sencillez las cosas no tienen tantas vueltas, ni colmillos retorcidos. Esa sencillez que arranca sonrisas y carcajadas de los que están al día de otras realidades sociales alejadas de su caminar.
Servir o compartir son en su vida algo tan natural y cotidiano como levantarse o desayunar. El sentido del ser o el tener, sea poco o mucho, no es otro que el de darse y compartir. La verdadera felicidad parte aquí y del amor que se ponga al hacerlo cada día. Ana es feliz, muy feliz.
Son ya treinta y tres añitos, la edad de Cristo, que llevamos caminando juntos, compartiendo sueños, regalando lo mejor de nuestras vidas para construir un mundo donde el Amor lo empape todo y cale los corazones. Ese camino sigue siendo ilusionante, compartido, rezado y abrazado. Desde nuestras limitaciones hemos aprendido a levantarnos una y otra vez, a pesar de lo duro de las caídas, y a no necesitar mayor equipaje que el cariño y la fe, a aceptar los desalientos como parte del sendero que se nos pide recorrer.
Su corazón, como rompecabezas, está formado por miles de rostros del sur, rostros limitados, rostros sufrientes, rostros de niños o envejecidos por la edad, rostros quemados por el sol, hambrientos o encadenados y rostros libres como el viento; los rostros de Dios. Las sonrisas descansan sus piernas y renuevan sus fuerzas, le abrazan el alma, acarician como suave parpadeo su mirada de la que brotan lágrimas de felicidad. Los colores del arcoiris decoran cada rincón de su corazón, llenándolo de luz que regala una y otra vez. El olor a trópico, a guayaba, a café tostado, a tierra mojada, como tormenta de atardecer... la brisa de la tarde mientras las garzas remontan el río, los colores del horizonte en el ocaso del día. Pequeños detalles que son sus tesoros más preciados. En todo amar, en todo servir, en todo acoger y escuchar. Por tanto y tan sencillo gracias, mil gracias, Ana.
y amigos

Con toda la familia Cruz Lendínez y algunos amigos en el día que celebró su 50 cumpleaños.
la vida

En esta foto Ana con Toto, un amigo del barrio de Santa Isabel al que quisimos muchísimo. Él representa a muchos de los amigos con discapacidad con los que hemos compartido nuestra vida.

Con los amigos misioneros de Andalucía de la asociación Ocasha-Cristianos con el Sur.
EN eCUADOR

En Ecuador, San Rafael de Sharug, visitando a los amigos con los que pasamos algunos años de nuestras vidas.